El crecimiento de la población y el desarrollo económico y social Discursos de A. W. Clausen Presidente del Banco Mundial y de la Corporación Financiera Internacional Discurso ante el Seminario para dirigentes nacionales sobre población y desarrollo Nairobi, Kenya 11 de julio de 1984 Discurso ante la Conferencia Internacional de Población Ciudad de México, México 7 de agosto de 1984 Banco Mundial Washington, D.C., EE. UU. SLibrarYí Discurso ante el Seminario para dirigentes nacionales sobre población y desarrollo Nairobi, Kenya 11 de julio de 1984 Señor Vicepresidente, excelentísimos señores, señoras y señores: Es para mí un gran honor y un placer haber sido invitado a dirigirme a esta distinguida asamblea. Es siempre muy grato visitar este maravilloso país y le agradezco sinceramente, señor Vicepresidente, que me haya brindado esta oportuni- dad de compartir hoy con ustedes algunas reflexiones sobre el tema del crecimiento de la población y el desarrollo. Como todos reconocemos, éste es un tema de enorme impor- tancia y de urgencia innegable. Aunque los efectos del rápido crecimiento de la población puedan variar mucho, según el entorno institucional, económico, cultural y demográfico, todos los datos disporibles indican abrumadoramente que desacelera el progreso en los países en desarrollo, y que los más pobres de éstos son las principales víctimas de esa desaceleración. Además, creo que todos coincidimos también en que éste es un problema que no se comprende suficientemente en mu- chas regiones del mundo. Cabe preguntarse por qué. Incluso los supuestos más optimistas nos indican que la población actual del mundo en desarrollo se duplicará con creces de aquí a mediados del próximo siglo. ¿En qué condiciones ten- drán que vivir esos 6.500 millones de personas, si es que sobreviven? ¿Y qué sucederá si nuestros supuestos con res- pecto al descenso del promedio de hijos que tendrán las mujeres en edad de procrear resultan demasiado optimistas? ¿Cuántos miles de millones más de personas se sumarán a ese número? A menos que hagamos frente a este problema hoy, en el mundo en desarrollo habrá mañana cantidades cada vez mayores de personas afectadas por la pobreza y sumidas en una miseria indescriptible. La reunión que celebramos aquí es una muestra más de la profunda preocupación del Presidente Moi, de usted, señor 3 Vicepresidente, y del Gobierno de Kenya ante el desafío que plantea el rápido crecimiento de la población de este país, y señal de su decisión de hacerle frente. En verdad, hay un fuerte vínculo entre las tasas de crecimiento de la población, por una parte, y el ritmo del desarrollo económico y social, por la otra. Ustedes han reconocido valientemente ese vínculo, y les deseamos el mayor éxito en su decidido em- peño por evitar que el acelerado ritmo de crecimiento demo- gráfico socave las perspectivas de progreso socioeconómico. Pero no debemos contentarnos sólo con expresarles nuestros buenos deseos. El Banco Mundial está resuelto a apoyar la amplia gama de medidas que ustedes y los pueblos de todas las naciones en desarrollo están tomando en su lucha contra la pobreza. Aquí, en Kenya, estamos especialmente deseosos de ayudarles en la esfera de la población mediante el apoyo a su Programa de Planificación de la Familia, en particular, y a sus servicios de atención primaria de la salud y educación, en general. Nos alienta mucho que nos hayan pedido que parti- cipemos en esta empresa y haremos todo lo que esté a nues- tro alcance a fin de que esa participación sea de máxima utilidad para ustedes. Estoy seguro de que comprenderán fácilmente por qué el Banco Mundial, que está dedicado a fomentar el adelanto económico y social en los países en desarrollo, debe preocu- parse profundamente por el problema demográfico. El creci- miento de la población es un factor clave en el proceso de desarrollo y nuestro reconocimiento de este hecho funda- mental queda confirmado con la dedicación de la parte prin- cipal del Informe sobre el Desarrollo Mundial ¡984, publicado hoy, al tema de la población. Me permito humildemente recomen- dárselo y, al hacerlo, quisiera abordar las cuestiones principa- les que plantea en torno al problema que nos ocupa. Aunque éste es muy complejo, el mensaje que deseo transmitir acerca de él se puede expresar claramente en tres partes. En primer lugar, el rápido crecimiento de la población es un problema fundamental de desarrollo. La persistencia de ese 4 rápido crecimiento, a partir de una base cada vez más amplia, significará niveles de vida más bajos para cientos de millones de personas. El costo principal de ese crecimiento, soportado principalmente por los pobres de los países en desarrollo, ha sido y seguirá siendo la pérdida de oportunidades de mejo- rar las condiciones de vida de la gente. En segundo lugar, las propuestas para reducir el crecimiento de la población plantean problemas difíciles acerca del ám- bito apropiado de las políticas oficiales. La familia y la fecun- didad son esferas de la vida en las que están en juego los valores humanos más fundamentales. Muchas de las medidas oficiales inevitablemente influyen en las decisiones privadas sobre el tamaño de la familia. El interrogante que surge es el de si hay políticas oficiales orientadas a la reducción de la fecundidad que sean apropiadas en una esfera en la que los derechos privados tienen suprema importancia. Nuestra res- puesta categórica es que sí las hay. En tercer lugar, en los dos últimos decenios, y especialmente en los diez últimos años, muchos países en desarrollo han demostrado que se pueden tomar medidas rápidas y eficaces para reducir la fecundidad. La experiencia nos ha enseñado que las políticas y los programas pueden dar resultado, y que de hecho lo hacen. Permítanme que examine ahora estos tres temas más deteni- damente. Como prólogo de lo que deseo decir acerca del primero-que el rápido crecimiento de la población es un problema de desarrollo-voy a examinar brevemente el pa- sado y el futuro del crecimiento demográfico en el mundo en desarrollo. La segunda mitad del siglo XX se destaca en la historia como un período de notable crecimiento demográfico, Durante la mayor parte de la primera mitad de este siglo, ese aumento registró una tasa históricamente rápida de 1%. Luego esa tasa se aceleró al doble y desde 1950 hasta ahora la población mundial casi se ha duplicado, elevándose de 2.500 milloiies a casi 4.800 millones de habitantes. 5 Hasta el siglo XX, la prosperidad y el aumento de la pobla- ción corrían parejas. Pero en este siglo, y particularmente desde 1950, el crecimiento demográfico ha sido más rápido allí donde los ingresos son bajos, concentrándose en los países en desarrollo. Del incremento mundial en 1984, de por lo menos 80 millones de personas, más de 70 millones corres- ponderán a los países en desarrollo, en los que actualmente viven cerca de las tres cuartas partes de ¡os habitantes del mundo, La desconexión entre el aumento de la población y la prospe- ridad ocurrió en parte cuando los servicios de salud pública y el mejoramiento de las comunicaciones hicieron bajar las tasas de mortalidad, aun allí donde el mejoramiento del nivel de vida era pequeño. La combinación de una continua fecun- didad elevada y de una gran reducción de la mortalidad ha conducido a un crecimiento demográfico de entre 2% y 4% al año en la mayoría de los países en desarrollo, frente a 1% en la mayor parte de las naciones desarrolladas. Los hechos abrumadores son que un crecimiento de 3% al año significa que en 70 años la población aumenta ocho veces; con un 1% anual meramente se duplica. Nadie puede percibir las repercusiones de esto mejor que nosotros, los que estamos reunidos hoy aquí, en un país en el que las proyecciones indican que la tasa de aumento de la población será este año de alrededor de 4%. Con toda probabilidad, esta es la tasa más alta del mundo, y es una tasa que hará que la población de Kenya se duplique cada 18 años aproximad¿,i=ite. En lo que respecta a los países en desarrollo como grupo, las tasas de crecimiento demográfico se han desacelerado algo, de un punto máximo de 2,4% en 1965 a cerca de 2% en la actualidad. Pero un descenso adicional no se logrará en ellos automáticamente. Gran parte de la desaceleración ocurrida hasta ahora se puede atribuir a la República Popular de China, donde la fecundidad es ya baja: próxima a 2,5 hijos por familia como promedio. En otros países en desarrollo, la ma- 6 yoría de las familias tiene ahora por lo menos cuatro hijos, y en las zonas rurales cinco o más. En partes de Asia Meridional y el Oriente Medio, las previsio- nes de una tasa menor de crecimiento de la población se basan más en esperanzas que en las tendencias actuales. En gran parte de Africa al Sur del Sahara, esa tasa de hecho está aumentando y podría elevarse todavía más. En Africa, muchas de las parejas, si no todas, manifiestan que desean tener más hijos de los que en realidad tienen, en tanto que la mortalidad, si bien todavía elevada, puede pre- verse que descenderá. Por ejemplo, los datos de la Encuesta Mundial de Fecundidad correspondientes a Kenya indicaron un fuerte deseo de una prole numerosa. Respecto al período de 1977-78, entre las mujeres entonce5 casadas sólo el 17% manifestó que no deseaba tener más hijos. Entre las que tenían ocho hijos vivos, sólo un 48% no deseaba tener más. Al propio tiempo, aunque el tamaño deseado de la familia es grande, el tamaño real es aún mayor, lo que indica que algu- nas parejas tienen más hijos de los que desean. El tamaño medio deseado de la familia en 1977-78 era aproximada- mente de siete hijos, pero el número de hijos que tenía cada madre era ocho como promedio. Todo esto indica que en Kenya hay una necesidad insatisfecha de servicios de planifi- cación de la familia. Empero, un descenso importante de la fecundidad sólo puede lograrse si baja también el tamaño deseado de la familia. Más aún, debemos tener presente los efectos de lo que se denomina "ímpetu demográfico". Esto significa sencillamente que las tasas de crecimiento de la población de los países en desarrollo seguirán siendo altas durante varios decenios aun- que las parejas tengan menos hijos. En términos absolutos es probable que los incrementos anuales sobrepasen los 80 mi- llones de habitantes. Y esos incrementos se mantendrían así hasta fines de este siglo, ya que la generación nacida durante el auge de la natalidad, que fue resultado de una elevada fecundidad y una mortalidad decreciente hace 20 años, ha alcanzado ya la edad de procrear. 7 Permítanme recalcar que las proyecciones demográficas no deben considerarse como predicciones, sino como ejemplos de lo que puede suceder dados unos supuestos razonables. Si los supuestos en que se basan las proyecciones "estándar" del Banco Mundial son correctos, la población mundial au- rnentará de casi 4.800 millones de habitantes en la actualidad a cerca de 10.000 millones para mediados del próximo siglo. La población de los países hoy desarrollados crecerá de los 1.200 millones de habitantes actuales a 1.400 millones en el año 2050, o sea, un aumento de aproximadamente 16,5%. Pero los que actualmente clasificamos como países en desarrollo verán su población total aumentar de 3.600 millones a 8.400 millones, es decir, un incremento de 133%. Para cuando la población mundial se estabilice-en más de 11.000 millones, en el año 2150 aproximadamente-, la India tendrá 1.800 millones de habitantes, que harán de ella ¡a nación más populosa de la Tierra, y la población de Kenya se habrá elevado de los 19,7 millones de habitantes actuales a ,.! asombroso nivel de 160 millones, una situación cierta- mente tan impermisible como inimaginable. En conjunto, a los países de Asia Meridional y Africa al Sur del Sahara les corresponderá cerca del 50% de la población mundial, en comparación con un 30% hoy día. Estas proyecciones son aterradoras. Y, sin embargo, en cierto sentido es muy posible que los supuestos en que se basan sean optimistas. La fecundidad tal vez no haya descendido al nivel de reemplazo en todos los países en desarrollo de aquí a 60 años. Y -aunque éste sea un factor menos importante del elevado crecimiento demográfico-tal vez la mortalidad no continúe bajando con rapidez, Incluso con un aumento rápido de los ingresos y progresos en materia de alfabetiza- ción en los dos próximos decenios, no es probable que los países más pobres de Africa y Asia Meridional alcancen los niveles de ingreso y alfabetización que generaron el descenso de la fecundidad en países como Brasil, la República de Corea y Malasia en los años sesenta. Las proyecciones indi- 8 can que su fecundidad descenderá en medida significativa, pero aun así sus poblaciones se duplicarán con creces en los próximos 50 años. Uno puede muy bien preguntarse si un incremento de la población de esa magnitud-del triple, el cuádruple o más- no ejercería una presión intolerable en la actual estructura social y no llevaría a los países al caos. ¿No abrumarán el desempleo en aumento y la creciente escasez de tierras a las instituciones sociales y políticas? ¿No se verán los frágiles sistemas administrativos incapaces de mantener los progra- mas de salud? ¿No serán entonces las tasas ascendentes de mortalidad, en vez de las tasas decrecientes de natalidad, las que frenarán el crecimiento de la poblacion? Incluso según otra proyección, que indica un descenso aún más rápido de la fecundidad-como el logrado en Colombia, China y Tailandia en los dos últimos decenios-, el creci- miento demográfico podría seguir siendo grande en la ma- yoría de los países en desarrollo. Debemos aceptar la probabilidad de que esa tasa se acelerará en Africa, porque la mortalidad aún tiene que descender mucho y se puede redu- cir con bastante rapidez. Kenya todavía registraría una tasa de 2,5% aproximadamente en el año 2000, y la India y el Brasil una de 1,5%. A largo plazo, muchos países tal vez deseen reducir el ritmo de crecimiento de su población a menos de i%, que ya es la meta de China. Pero las diferentes proyeccio- nes del descenso de la fecundidad señalan lamentablemente un hecho evidente: durante los próximos decenios, la mayoría de los países en desarrollo tendrán que realizar un esfuerzo concertado tan sólo para reducir el crecimiento de su pobla- ción a una tasa más próxima al 1%, Resumiendo este breve examen del panorama demográfico: Han transcurrido ya casi dos decenios desde que se alcanzó el punto máximo del crecimiento de la población en los paí- ses en desarrollo en su conjunto. Pero el giro hacia una tasa de aumento más baja ha sido lento y ha estado lejos de ser 9 generalizado. Según las proyecciones, los incrementos en la dimensión de la población serán crecientes al menos durante otro dos decenios. En muchos países del mundo en desarro- llo la población se habrá elevado al triple o más para el año 2050, incluso suponiendo que la fecundidad baje en un grado importante. Por lo tanto, dos decenios después del giro hacia tasas más bajas de crecimiento demográfico, el lento ritmo del cambio y su incidencia desigual señalan más que nunca que el rápido aumento de la población es un problema fundamental de desarrollo. Volvamos ahora al primero de nuestros tres mensajes princi- pales, a saber: que el rápido crecimiento de la población es un problema de desarrollo. ¿Por qué frena el desarrollo? Hay tres razones importantes para ello. En primer lugar, exacerba la dificultad de elegir entre un ma- yor consumo ahora y las inversiones necesarias para lograr un mayor consumo en el futuro. Cuando la población aumenta con mucha rapidez, se necesitan mayores inversiones sólo para mantener el capital actual per cápita, tanto el físico como el "humano", es decir, la educación, la salud y los conocimien- tos prácticos de una persona. De lo contrario, cada trabajador tendrá menos equipos y capacitación para trabajar y la pro- ductividad y los ingresos se estancarán, o incluso bajarán. Por lo tanto, se requieren todos los esfuerzos posibles simple- mente para mantener el statu quo, y allí donde es difícil aumentar la cantidad de capital y aptitudes por trabajador es aún más arduo elevar los niveles de ingresos y de vida. Para dar un breve ejemplo de esto: en la mayoría de los países en desarrollo la elevada fecurdidad y las tasas des- cendentes de mortalidad infantil de mediados del decenio de 1960 significan que aproximadamente el 40% de la pobla- ción tiene menos de 15 años de edad. Países como Malawi se enfrentan a la duplicación o triplicación de su población en edad escolar para fines del siglo. Con una declinación rápida 10 de la fecundidad sería posible ahorrar más del 50% de los gastos en el sistema escolar de aquí a 30 años, ahorro que se podría emplear para mejorar la calidad de la educación. Lo mismo sucede en el caso del empleo. Los países de ele- vada fecundidad se enfrentan a aumentos cuantiosos de su fuerza de trabajo. Por ejemplo, la elevada fecundidad de Nigeria en el decenio de 1970 asegura que su población ac- tiva se duplicará para fines de este siglo. Kenya puede prever un aumento aún mayor, en tanto que China experimentará un incremento de no más de 45%. En segundo lugar, en muchos países el crecimiento de la población representa una amenaza para lo que es ya un equi- librio precario entre los recursos naturales y las personas, como sucede aquí en Kenya. Allí donde las poblaciones de- penden todavía en gran medida de la agricultura, los grandes aumentos continuos de la población pueden contribuir a un uso excesivo de recursos naturales limitados, corno la tierra, hipotecando así el bienestar de generaciones futuras. En muchas partes de Africa-por ejemplo, en este país, en Burundi, en Malawi, en la región oriental de Nigeria, en Rwanda y en ciertas zonas de la región del Sahel-las presio- nes sobre los recursos naturales ya son agudas. Pero los países con abundantes recursos naturales tampoco son inmu- nes al problema del rápido crecimiento demográfico. Para explotar sus recursos, países como Angola, Costa de Marfil, Nigeria, Zaire y Zambia necesitan conocimientos técnicos adi- cionales, así como fuertes inversiones en carreteras y en sistemas de almacenamiento y distribución, una meta que es más difícil de alcanzar cuando la población aumenta aceleradamente. En parte, el problema se debe a que el rápido aumento de la población desacelera la transferencia de mano de obra de una agricultura de baja productividad hacia el sector agrícola moderno y otros empleos de una economía moderna. En mu- II chos países, gran parte del enorme incremento de la fuerza de trabajo que indican las proyecciones tendrá que ser absor- bido por la agricultura, una dificultad que los países hoy de- sarrollados nunca confrontaron durante el período de su transformación económica. Aquí en Kenya, si suponemos un aumento de 4% al año en el número de empleos no agrícolas y una declinación inmediata de la fecundidad, el 70% de la fuerza de trabajo estará todavía empleada en la agricultura de aquí a 40 años, y el número de los que la integren será el doble de lo que es hoy. Dado que el tamaño medio de las explotaciones agrícolas es ya de apenas una hectárea y media de tierra cultivable de primera calidad o equivalente, debe- mos preguntarnos cómo podrá Kenya mantener a ese número de campesinos. En otras partes de Africa y en zonas de China, Bangladesh e Indonesia, la presión demográfica ya ha obligado a la gente a trabajar más duramente, a menudo en tierras marginales y en explotaciones cada vez más pequeñas, tan sólo para mante- ner los ingresos familiares en la agricultura tradicional, Pero el problema no estriba únicamente en la persistencia de ingre- sos bajos para numerosas familias. Cuando se ejercen presio- nes excesivas sobre los sistemas agrícolas tradicionales y el medio ambiente se deteriora, lo que se ve amenazado parti- cularmente es el bienestar económico de los pobres. Aquí en Kenya, como en otros países, las mujeres tienen que ir cada vez más lejos a buscar la leña y el agua. En Addis Abeba, Etiopía, el precio de la leña, cada vez más escasa, se ha multiplicado por diez durante los años setenta y actualmente absorbe hasta el 20% del ingreso familiar. En las zonas bajas ribereñas del Ganges, en Asia Meridional, el crecimiento demográfico y la competencia por la tierra han obligado a muchas personas a vivir demasiado cerca del río, en lugares expuestos a las inundaciones anuales. En tercer lugar, el rápido aumento de la población está creando problemas económicos y sociales de tal magnitud en las zonas urbanas que existe el riesgo de que se tornen total- mente insolubles. Las ciudades de los países en desarrollo 12 están alcanzando dimensiones sin precedentes en ninguna parte. Entre 1950 y 1980, la proporción de habitantes de los países en desarrollo en ciudades de más de cinco millones aumentó de 2% a 14%, creciendo a una tasa del 15% anual. En el Brasil, la ciudad de Sáo Paulo-que para el año 2000 po- dría muy bien ser la segunda del mundo en tamaño, después de México-era en 1950 más pequeña que Manchester, De- troit o Nápoles. Londres, la segunda ciudad más grande del mundo en 1950, ni siquiera figurará entre las 25 ciudades de mayor tamaño para fines del siglo. El crecimiento de las ciu- dades, del cual el 60% se debe al aumento natural de sus poblaciones, plantea problemas administrativos sin prece- dentes, no ya para mejorar las condiciones de vida de sus habitantes, sino tan sólo para mantenerlas. En vista de estos hechos inquietantes con respecto a las re- percusiones del rápido aumento de la población en el desa- rrollo, ¿debemos llegar a la conclusión de que ese freno al progreso del Tercer Mundo no se puede eliminar en ninguna parte? Los países en los que los niveles de educación son ya altos, se han realizado considerables inversiones en transportes y comunicaciones, y los sistemas políticos y económicos son relativamente estables, están en mejor situación para hacer frente al problema del rápido aumento de la población. Esto es así sean o no limitados sus recursos naturales y aunque estén ya excesivamente poblados, como sucede en las nacio- nes económicamente florecientes de Asia Oriental, por ejem- pío, la República de Corea y Singapur. Pero tales países suelen ser también aquellos en los que la tasa de crecimiento de la población experimenta ya desaceleración. Además, los países en los que hay un rápido aumento de la población podrían hacer frente mejor a este problema si en ellos se pudieran hacer con suficiente rapidez los ajustes eco- nómicos y sociales acertados, si se pudieran garantizar las reformas técnicas necesarias y si el propio aumento acelerado de la población inspirara el cambio tecnológico. Pero, funda- 13 mentalmente, tal aumento es lo que hace el ajuste más difícil. En el mejor de los casos, sólo permite la adaptación gradual que es típica de la agricultura, con lo que se mantiene, pero no se aumenta, el producto per cápita. Los arquitectos del cambio tecnológico son los países ricos, cuyas tasas de creci- miento de la población son lentas. Y a ellos les interesan las innovaciones tecnológicas que ahorran mano de obra, no las que requieren un uso intensivo de ésta. Aunque los efectos del rápido aumento de la población pue- den variar mucho, según el entorno institucional, económico, cultural y demográfico, hay pruebas abrumadoras de que frena el desarrollo y, a la inversa, de que un crecimiento más lento de la población puede contribuir a acelerarlo. Por supuesto, las políticas tendientes a reducir el crecimiento de la población no son una panacea para los problemas de desarrollo, ni son un sustituto de políticas macroeconómicas y sectoriales acertadas. Unas políticas comerciales y cambiarias que fomentasen la eficiencia económica y no representaran penalización para la mano de obra y la eliminación de las barreras institucionales a la creación de puestos de trabajo aliviarían los problemas del desempleo. La adopción de polí- ticas de precios apropiadas en la agricultura y la asignación de mayores recursos para crédito rural, investigación y exten- sión agropecuarias ayudarían a elevar la producción de ese sector. Pero si no se aborda el problema de la población, éste hará por sí solo que se reduzca la gama de políticas que puedan implantarse. Además, hará que queden permanente- mente excluidas algunas opciones a largo plazo en materia de desarrollo. Esto me lleva a considerar nuestro segundo mensaje: hay políticas apropiadas para desacelerar el crecimiento de la población, Son los pobres, con escasa educación, un ingreso bajo e inse- guro y servicios de salud y planificación familiar deficientes, los que tienen muchos hijos. Pero también son ellos los prin- 14 cipales perdedores cuando el rápido crecimiento de la pobla- ción obstaculiza el desarrollo. Esta aparente paradoja es el punto de partida para comprender la necesidad de formular y adoptar políticas apropiadas para reducir la fecundidad. Todos los padres, en cualquier lugar del mundo, obtienen deleite de sus hijos. Pero éstos significan costos económicos: los padres tienen que dedicar tiempo y dinero a su crianza. Pero a los pobres de los países en desarrollo esos costos económicos les parecen bajos en relación con los beneficios. Voy a citar algunas razones de esto: • Cuando los salarios son bajos, la diferencia entre lo que gane una madre o un hijo será pequeña; el ingreso que deje de percibir la madre durante la infancia del niño a menudo podrá ser recuperado con facilidad por éste más adelante. " Cuando se carece de oportunidades de educación, ¿cómo se puede argüir que es mejor inversión tener dos o tres hijos con educación que una prole numerosa a la que no se puede educar? • A los padres pobres les preocupa saber quién los cuidará en la vejez o cuando estén enfermos, y para muchos de ellos la necesidad de un sostén en la ancianidad es más importante que el costo inmediato de los hijos. Además, como muchos niños mueren de muy corta edad-por ejem- plo, uno de cada cinco en ciertas regiones de Africa y uno de cada siete en gran parte de Bangladesh, la India y Pakistán no llegan a cumplir su primer año-, el incentivo de tener muchos hijos, a fin de asegurarse de que algunos sobrevivirán, es muy grande. Estos son apenas tres de los numerosos factores que alientan a los padres a tener muchos hijos. Si agregamos a esto la limitada información sobre los métodos modernos y seguros de anticoncepción y el reducido acceso a ellos, podemos comprender muy bien por qué la elevada fecundidad preva- lece de tal manera entre los pobres. 15 Ahora bien, los padres y los hijos no siempre se benefician cuando estos últimos son numerosos. El insuficiente acceso a la tierra o la mala salud tanto de las madres como de los hijos, a menudo como resultado de nacimientos muy poco espaciados, puede frustrar las expectativas de los padres. Por lo tanto, si los padres tienen muchos hijos con la espe- ranza de lograr una ventaja económica, el primer paso para reducir la fecundidad es mitigar su pobreza y aminorar la incertidumbre acerca de su propio futuro. En este sentido, la persistencia de una fecundidad elevada en los países actual- mente en desarrollo es un síntoma de la falta de acceso a los servicios que el mundo industrial considera casi como algo natural: • A los servicios de salud, que reducen la necesidad de tener una prole numerosa a fin de asegurarse contra la mortalidad infantil y en la niñez; • A la educación, que elevaría las esperanzas que abrigan los padres con respecto a sus hijos y ampliaría las perspectivas de la mujer; • A la seguridad social y otras formas de seguro para la vejez; • A los bienes de consumo y las oportunidades sociales que compiten con la procreación, y • A los servicios de planificación de la familia, que proporcio- nan los medios de limitar los nacimientos. Por consiguiente, parecería que los elementos generales de la solución del problema de una elevada fecundidad son sufi- cientemente evidentes. Pero en los países en los que todavía no se ha adoptado una política nacional sobre el tamaño de la población ni hay servicios de planificación de la familia apoyados por el gobierno, sigue planteándose la cuestión de si se justifica la adopción de medidas oficiales para alentar a la gente a tener menos hijos. Como dije al comienzo, la fami- lia y la fecundidad son esferas de la vida en las que están en juego los valores humanos más fundamentales, y es necesario 16 que los gobiernos estén bien seguros de que la política ofi- cial es pertinente en esas esferas de la vida privada. Así pues, quisiera sugerir que hay dos justificaciones de carácter general para la adopción de medidas oficiales. La primera es que todo gobierno tiene un deber que cumplir con la sociedad en general. No puede permanecer indiferente ante la discrepancia que existe entre las esperanzas de una pareja de que el tener muchos hijos le proporcionará benefi- cios económicos y las perspectivas en materia de beneficios sociales de la comunidad en general. "Queremos los benefi- cios de una familia numerosa-puede decirse la pareja- pero desearíamos que nuestros vecinos tuvieran menos hijos, de modo que los nuestros tengan menos competencia para obtener tierra y trabajo." No es fácil persuadir a una pareja a que renuncie a las ventajas privadas que el tener muchos hijos podría proporcionarle, cuando su solo sacrificio deparará únicamente minúsculas ventajas a los hijos y nietos de otras familias. La moderación de una familia tendrá pocos efectos negativos en la disponibilidad de tierra o de recursos para inversiones en educación y creación de empleos, pero, como los gobiernos saben muy bien, proles numerosas de muchas parejas sí los tendrán. Se espera de los gobiernos que tengan horizontes de largo alcance y que sopesen los intereses de las generaciones futu- ras frente a los de las actuales. Deben tener presentes no sólo las presiones sobre la tierra y los empleos que se derivan de las elevadas tasas de fecundidad, sino además considerar que los costos de la salud y la educación de los niños están fuer- temente subvencionados por el sector público y que una alta tasa de fecundidad restringe el monto de recursos disponi- bles para inversiones y, por ende, para el futuro crecimiento económico. Pero, ¿se puede reducir una fecundidad elevada mientras lo que una pareja desea para sí misma esté en pugna con lo que desea para la sociedad en general? La causa del conflicto es 17 la pobreza; no sólo los bajos ingresos, sino también la falta de oportunidades económicas y sociales, la incertidumbre res- pecto al futuro y el escaso acceso a los servicios de educa- ción, salud y planificación familiar. Para resolver ese conflicto es necesario que la política oficial ofrezca a las parejas otras formas de lograr los beneficios que podría depararles una prole numerosa. En otras palabras, los gobiernos tienen que ofrecer pruebas tangibles de que realmente redunda en el mejor interés particular de los padres el tener un menor nú- mero de hijos. Eso alentará a la gente a celebrar, a través del gobierno, un contrato con los demás: "Si cada uno de noso- tros tiene menos hijos, podemos confiar en el apoyo oficial a la adopción de medidas de ámbito nacional (para mejorar el acceso a los servicios de planificación de la familia y crear incentivos para su utilización) que aseguren que todos adop- ten la misma decisión. De esa forma, todos nosotros y nues- tros hijos disfrutaremos mejor fortuna en la vida." Al alentar y apoyar ese contrato social, el gobierno libera a cada pareja de la necesidad de tomar aisladamente la deci- sión de procrear más hijos de los que desearía si otras pare- jas limitaran el tamaño de sus familias. Esta es la primera justificación para la adopción de medidas oficiales. La segunda justificación es que es posible que la gente tenga más hijos de los que quiere o querría si contara con mayor información sobre métodos más fáciles de control de la fecun- didad y con mejor acceso a los mismos. Las parejas quizá no tengan información, o no la crean, sobre la decreciente morta- lidad infantil; sobre los beneficios, para los hijos ya nacidos, de que el tamaño de la familia no aumente, y sobre los ries- gos que entrañan para la salud de las madres y los hijos los muchos nacimientos muy poco espaciados. Puede que se desconozca la idea misma de planificar los embarazos y que, incluso si las parejas están al tanto del tema de la planifica- ción familiar, quizás no sepan cómo practicarla. 18 A este respecto la función del gobierno como divulgador de información y de servicios es crucial. Puede estimular el sumi- nistro más generalizado de anticonceptivos modernos a tra- vés de proveedores privados, pero en muchos países donde los sistemas de distribución son deficientes, los servicios de salud son escasos y se desconoce la demanda-que posible- mente no es muy grande-, los gobiernos tendrán que de- sempeñar una función más directa, subvencionando e incluso organizando servicios de anticoncepción. Se calcula que en los países en desarrollo hay 65 millones de parejas, muchas de ellas en zonas rurales remotas, que no desean tener más hijos pero no practican ninguna forma de anticoncepción. Esto a menudo se debe a falta de acceso a los anticonceptivos eficaces. Esta necesidad insatisfecha de servicios de planificación familiar es tal vez el argumento más fuerte para que los gobiernos apoyen los programas que pue- dan elevar el bienestar de los padres y ofrecer a sus hijos mejor fortuna en la vida. Para complementar los servicios de planificación de la familia y los programas sociales que ayudan a reducir la fecundidad, quizás los gobiernos deseen considerar la posibilidad de ofrecer incentivos y desincentivos financieros y de otra índole. Los incentivos compensan a los individuos por las pérdidas económicas y sociales derivadas de aplazar los nacimientos o de tener menos hijos. Amplían aún más la subvención que los gobiernos proporcionan cuando utilizan recursos públicos para ofrecer servicios de planificación de la familia. Los incen- tivos diferidos, que constituyen una compensación a una pa- reja, en una fecha posterior, por la decisión de aplazar o reducir los nacimientos, es una alternativa menos costosa que los pagos más convencionales por la limitación de la fecundi- dad. Los gastos se producen en el futuro, cuando la sociedad obtiene el ahorro proveniente del menor número de naci- mientos. Los desincentivos consisten en suspender ciertos beneficios sociales de las personas cuando el tamaño de su familia excede a la norma deseada. 19 Los incentivos y desincentivos ofrecen a las personas com- pensaciones recíprocas directas y voluntarias entre el número de hijos y las posibles recompensas o sanciones. Las perso- nas que aceptan un pago por renunciar a tener hijos lo hacen porque consideran que esta compensación vale la pena; son recompensadas por una parte del ahorro público proveniente de la reducción de la fecundidad. Al igual que con los desin- centivos, las personas que prefieren pagar el mayor costo de los hijos adicionales compensan a la sociedad en general por ese beneficio privado. Por lo tanto, los incentivos y desincen- tivos ofrecen a las personas una opción. Pero esa opción sólo se preservará si los programas están bien concebidos y se implantan con cuidado y en forma equitativa. El tercer mensaje es que sabemos por experiencia que las políticas y los programas oficiales pueden dar resultado, y de hecho lo dan. Muchos países en desarrollo han demostrado ya que la fecundidad se puede reducir considerablemente y en poco tiempo. En los países hoy desarrollados, la fecundidad disminuyó a medida que el desarrollo avanzaba. Pero las tasas de creci- miento de la población son muchísimo mayores en el mundo en desarrollo actual de lo que lo fueron en esos países a niveles comparables de ingresos. Por lo tanto, muchos países en desarrollo no se pueden permitir el lujo de aguardar a que la fecundidad descienda espontáneamente. Necesitan hacer un fuerte hincapié en políticas que aceleren el descenso de la fecundidad, especialmente en la educación de las mujeres y en servicios de planificación familiar apropiados para lograr esa disminución. Por ello, es alentador observar que algunos países en desarrollo ya han demostrado que estas medidas y otras conexas pueden hacer que la fecundidad se reduzca en grado significativo. En tiempos se dio por supuesto que la reducción de la fecun- didad en los países en desarrollo exigiría una secuencia típica de progreso económico: urbanización, industrialización, la transición de la producción familiar a la fabril y el aumento de 20 los ingresos hasta los niveles que disfrutan los actuales países desarrollados. Esta tesis pareció quedar confirmada por la disminución de la fecundidad en los años sesenta, particular- mente en los países en vías de industrialización, como la República de Corea, Hong Kong y Singapur. Pero los descen- sos de la fecundidad que se iniciaron en otros países en desarrollo en los últimos años de ese decenio y se extendie- ron a algunos más en el de 1970 se produjeron a causa del progreso en otras esferas: la educación, la salud, la aminora- ción de la pobreza, el mejoramiento de las oportunidades para las mujeres y las medidas oficiales encaminadas a pro- porcionar un acceso generalizado a los servicios de planifica- ción de la familia. Los descensos de las tasas de natalidad desde 1965 se han relacionado mucho más estrechamente con la alfabetización de los adultos y el aumento de la espe- ranza de vida que con el PNB per cápita. Por ejemplo, a pesar de los elevados ingresos medios, la rápida industrialización y el acelerado crecimiento económico, las tasas de natalidad bajaron menos en Brasil y Venezuela entre 1965 y 1975 que en Sri Lanka, Tailandia y Turquía, donde el mejoramiento de los ingresos y los servicios sociales se distribuyeron en forma más pareja. La relación del desarrollo social-incluido el aumento de la alfabetización y de la esperanza de vida-con una baja fecun- didad no es sorprendente. Cuando los niños tienen más posi- bilidades de sobrevivir y de disfrutar de una gama más amplia de oportunidades, sus padres están dispuestos a de- dicar más tiempo y dinero a su educación, y por lo tanto tienen menos hijos. Además, a medida que la educación brinda a las mujeres mayores oportunidades de trabajo fuera del hogar, esas oportunidades reemplazan a los beneficios de tener muchos hijos. Sin embargo, el desarrollo social sólo se produce gradual- mente. El fomento del matrimonio a edad más tardía y la prolongación de la lactancia pueden ayudar a reducir la tasa de natalidad. Pero la experiencia de muchos países en desa- rrollo demuestra que lo que realmente puede hacer bajar la 21 fecundidad con rapidez es el apoyo oficial a los programas de planificación de la familia. Cuando los servicios de planificación familiar están generali- zados y son asequibles, la fecundidad desciende con más rapidez de lo que cabría predecir conforme al progreso socio- económico por sí solo. A modo de ejemplo, la fecundidad ha disminuido con más rapidez y a niveles más bajos en Colombia, donde los programas de planificación de la familia han recibido apoyo oficial desde fines del decenio de 1960, que en el Brasil, un país más rico pero en el que la participa- ción del Gobierno central es mínima. El descenso ha sido mayor en Egipto y Túnez, países que tienen objetivos demo- gráficos, que en su vecino más rico, Argelia. Los datos indican claramente que hay dos medidas que son fundamentales para reducir la fecundidad: una es la amplia- ción de los servicios educativos, especialmente para las mu- jeres; la otra es el acceso más fácil a los anticonceptivos. En todos los países, las mujeres que han terminado la instruc- ción primaria tienen menos hijos que las que no han recibido ninguna educación, y en todas partes el número de hijos disminuye con regularidad-y por lo general considerable- mente-a medida que la educación de las madres aumenta por encima del nivel primario. Las diferencias pueden ser importantes: de aproximadamente cuatro hijos entre los gru- pos de mayor y de menor fecundidad en Colombia, por ejemplo. La educación aplaza el matrimonio de las mujeres, ya sea porque éste se posterga durante la escolaridad o porque es más probable que las mujeres instruidas trabajen o se tomen más tiempo para encontrar un marido adecuado. Además, hay más probabilidades de que estas mujeres estén al tanto del tema de los métodos modernos de control de la natalidad y los adopten. Aquí en Kenya, el 22% de las mujeres que tienen nueve o más años de escolaridad usa métodos anticoncepti- 22 vos, frente a apenas un 7% entre las que sólo han recibido cinco años o menos de instrucción. El mejoramiento de las oportunidades educacionales, tanto para los niños como para las niñas, puede producir beneficios inmediatos en términos de una menor fecundidad de sus padres. Una vez que éstos tienen conciencia de que la educa- ción brindará nuevas posibilidades a sus hijos, aceptan el riesgo de tener un menor número de ellos a fin de poder invertir más en cada uno. Los datos de las encuestas familia- res realizadas en Egipto, India y Nigeria demuestran que los padres tienen menos hijos cuando se dispone fácilmente de servicios educacionales. Por consiguiente, los gobiernos africanos no deben cejar en su empeño de suministrar educación básica a todos, especial- mente a las mujeres, a pesar de las actuales dificultades fi- nancieras. El compromiso en materia de educación primaria es bien firme aquí en Africa. Sin embargo, la necesidad ineludi- ble de extender los servicios de educación a fin de reducir la fecundidad debe estimular a los gobiernos africanos a actuar aún más resueltamente en lo que hace a ese compromiso. La segunda medida fundamental es facilitar el acceso a los anticonceptivos. En todas partes del mundo, la disminución de la fecundidad se ha relacionado en última instancia con el aumento en el uso de anticonceptivos. Los análisis comparati- vos de países han demostrado que, en lo que respecta al país medio, del descenso total de la fecundidad entre 1965 y 1976, un 33% correspondió a la disminución anterior de la fecundi- dad-lo que indicaba una tendencia descendente continua hacia las familias más pequeñas-y un 27% a la evolución socioeconómica; pero las actividades de planificación de la familia representaron más que ambos factores: el 40%. Es evi- dente que los programas subvencionados oficialmente que proporcionan información sobre los métodos anticonceptivos modernos y acceso a ellos permiten reducir la fecundidad. 23 Pero la planificación familiar es también una medida de índole sanitaria. En gran parte de Africa, donde la salud de los hijos y las madres es relativamente deficiente en comparación con otras regiones, el espaciar los nacimientos por lo menos en dos años permitiría reducir la mortalidad infantil en alrededor de 15%, así como aminorar en medida significativa la mortali- dad derivada de la maternidad. Además del espaciamiento de los hijos por razones de salud, los programas de planifica- ción familiar pueden ayudar a los adolescentes, incluidas las parejas jóvenes, a evitar los primeros nacimientos a una edad demasiado temprana para la mujer. En las circunstancias de Africa, en particular, el suministro de servicios de planifica- ción de la familia seguros y eficaces permitiría desalentar el recurso a los métodos anticonceptivos tradicionales, que pue- den ser relativamente peligrosos o impracticables. Unos 87 países en desarrollo, cuya población representa aproximadamente el 95% del total de ese grupo, tienen en la actualidad programas de planificación familiar subvencio- nados oficialmente. Ya se han logrado progresos enormes en cuanto a mejorar el acceso de las parejas a la información y los servicios, pero todavía queda mucho por hacer. Casi nin- guno de esos programas llega a la mayor parte de la pobla- ción rural, e incluso en los pueblos y ciudades la calidad de los servicios suele ser deficiente y las tasas de abandono de los usuarios son elevadas. En muchos países apenas se ha aprovechado la capacidad en potencia del sector privado para proporcionar servicios de planificación familiar; en otros, la falta de servicios privados sólo puede compensarse am- pliando los programas oficiales. En 26 países todavía no se han establecido programas de planificación de la familia, y de ellos casi la mitad son de Africa, donde se encuentran los niveles de ingresos más bajos del mundo y las tasas más elevadas de crecimiento de la población, y donde la planifica- ción familiar puede producir los mayores beneficios. Cerca del 40% de todas las parejas del mundo en desarrollo practica actualmente algún tipo de anticoncepción, en propor- ciones que oscilan desde un 70% en China y Singapur a 24 menos de 10% en la mayor parte de Africa. Pero en todos los países estudiados el número de mujeres en edad de procrear que no desean tener más hijos sobrepasa al número de las que practican la anticoncepción. En los países en desarrollo se gastan cada año aproximadamente US$2.000 millones en programas oficiales de planificación de la familia. En la ma- yoría de ellos, esto representa menos de US$1 per cápita (alrededor de US$21 por usuario). Para atender hoy la necesi- dad insatisfecha de las mujeres que desearían espaciar o li- mitar los nacimientos pero que no practican ningún método anticonceptivo se precisarían otros US$1.000 millones anuales. En los próximos 20 años, el gasto en esos programas tendrá que aumentar aún más, debido al número creciente de muje- res en edad de procrear y a la proporción cada vez mayor de ellas que probablemente deseen usar anticonceptivos mo- dernos. Para que los países en desarrollo puedan lograr una disminución rápida de la fecundidad, conducente a una pobla- ción de 6.500 millones de habitantes para mediados del pró- ximo siglo, se necesitaría un gasto de US$7.600 millones (en dólares estadounidenses de 1980), o sea, de US$1,66 per cá- pita, llegado el último año de este siglo. Para lograr lo que denominamos la disminución estándar, que llevaría a una po- blación del mundo en desarrollo de 8.400 millones en el año 2050, se precisarían US$5.600 millones al año para fines de este siglo, es decir, US$1,14 per cápita. El gasto estimado per cápita en programas de población en los países en desarrollo es actualmente de US$0,62, cifra que cabe contrastar con un gasto público per cápita de alrededor de US$7 en todos los programas de salud de dichos países en 1982. Estas cifras indican claramente lo siguiente: un incremento relativamente pequeño del gasto público permitiría financiar una proporción considerable de las necesidades financieras indicadas por las proyecciones para suministrar servicios de planificación de la familia, y ello podría significar la diferencia entre 6.500 millones y 8.400 millones de habitantes del mundo en desarrollo para mediados del próximo siglo. 25 Lo mismo cabe decir en lo que respecta a la asistencia ex- terna. La ayuda internacional para programas de población persigue dos objetivos principales: colaborar con los gobier- nos y las organizaciones privadas en el suministro de informa- ción y servicios de planificación de la familia y asesorar a los gobiernos en la formulación de políticas de población como parte de su estrategia global de desarrollo. Apenas un 1% de la asistencia oficial para el desarrollo se destina ahora a programas de población, y menos aún a plani- ficación de la familia. Ese porcentaje financia cerca del 25% de los costos de la planificación familiar en todos los países en desarrollo, y alrededor de un 50% de esos programas si se excluye a China. Suponiendo que estas proporciones no cam- bien, el actual nivel de la asistencia para actividades de po- blación tendría que triplicarse de aquí al año 2000 a fin de lograr la disminución estándar de la fecundidad, o cuadrupli- carse para lograr la disminución rápida. En este último caso, la asistencia anual para población tendría que elevarse de unos US$500 millones en 1981 a US$2.000 millones (en dóla- res de 1980) para fines del siglo. Pocos negarán que con incre- mentos relativamente pequeños de la asistencia de los donantes, y dadas unas políticas eficaces en los países en desarrollo, se puede lograr una gran diferencia en cuanto al cambio demográfico y mejorar significativamente la salud ma- ternoinfantil. Esos aumentos relativamente pequeños deben proporcionarse. Desde 1968, año en que Suecia hizo su primera donación para actividades de población, los donantes han transferido más de US$7.000 millones en asistencia para esos fines. Aun- que su contribución ha venido disminuyendo en términos reales desde 1972, los Estados Unidos han seguido siendo hasta ahora el mayor donante para programas de población, habiendo proporcionado, junto con fundaciones estadouni- denses privadas, aproximadamente el 40% del total de la asis- tencia para actividades en esa esfera. El Japón es el segundo donante en importancia. La República Federal de Alemania, Canadá, Noruega y los Países Bajos han incrementado tam- 26 bién su proporción del total. La asistencia de los donantes se facilita ya sea directamente a los programas de los países o a través de organizaciones multilaterales y no gubernamentales, de las cuales las dos principales son el Fondo de las Nacio- nes Unidas para Actividades en materia de Población (FNUAP) y la Federación Internacional de Planificación de la Familia (IPPF). El Banco Mundial también tiene una activa función que de- sempeñar en cuanto a ayudar a abordar el problema del rá- pido crecimiento de la población. Asigna considerable importancia a esta cuestión clave de desarrollo y ofrece su apoyo en tres formas: • Ayudando, a través de sus estudios económicos y sectoria- les y de su diálogo sobre políticas con los países miembros, a mejorar la comprensión de las consecuencias que un cre- cimiento de la población más acelerado o más lento tiene para el desarrollo; • Ayudando a respaldar las estrategias de desarrollo que fo- mentan de forma natural el deseo de tener familias más reducidas, en especial las tendientes a mejorar las oportuni- dades de las mujeres en materia de educación y generación de ingresos, y • Ayudando a suministrar servicios seguros, eficaces y asequi- bles de planificación de la familia y otros básicos de salud, orientados a los pobres'tanto de las zonas urbanas como de las rurales. A lo largo de un período de 14 años, el Banco Mundial ha contraído compromisos de financiamiento por valor de unos US$500 millones para proyectos de población y de más de US$100 millones para proyectos de salud. Entre 1977 y 1983 sus operaciones aumentaron en más de 5% al año en términos reales, a pesar de que las condiciones de su financiamiento no son tan favorables como las de la mayor parte de la asis- tencia para fines de población, que se concede a título de donación. Al mismo tiempo, coopera con otros organismos de 27 las Naciones Unidas, especialmente con el FNUAP y con la Organización Mundial de la Salud (OMS), en investigaciones y operaciones que solicitan los gobiernos miembros. En los próximos años el Banco Mundial se propone por lo menos duplicar su financiamiento para fines de población y actividades conexas de salud, como parte de un importante esfuerzo encaminado a incrementar los recursos para progra- mas de población, en el que participarán donantes y países en desarrollo. Esta campaña se centrará principalmente en Africa y Asia. Creemos que existe la oportunidad de actuar en esta esfera y esperamos con mucho interés cooperar con los gobiernos en la formulación y puesta en práctica de políticas y programas de población eficaces. Durante los próximos cinco años, el número de proyectos de población y otras acti- vidades conexas de salud que planeamos financiar en Africa al Sur del Sahara se elevará a 21-frente a un total de tres en el quinquenio anterior a mediados de 1983-y es probable que el número de países de la región que obtendrán fondos de nuestra institución para esos fines aumente de 3 a 17. Como ya he señalado, un pequeño incremento del gasto público puede traducirse en una gran diferencia. Sin em- bargo, para que el progreso sea sostenido no bastan los fon- dos de los donantes; se requiere también un firme compro- miso de la comunidad internacional de lograr progresos en la esfera de la población, como parte fundamental de su es- fuerzo general en pro del desarrollo. Y el compromiso más firme debe ser el de los gobiernos de los propios países en desarrollo. Al formular políticas eficaces para reducir la fecundidad no se pueden pasar por alto los factores religiosos y culturales. Pero éstos no excluyen la adopción de medidas eficaces. Durante el último decenio, en todas las regiones del mundo en desa- rrollo ha habido gobiernos que han realizado importantes progresos en la formulación de políticas encaminadas a redu- cir el crecimiento de la población y, allí donde esto ha ocu- rrido, ha sido porque los gobiernos, al fijar metas demográ- 28 ficas explícitas, han empleado una amplia gama de medidas, directas e indirectas, para aminorar los aspectos atrayentes de la elevada fecundidad. Para que una política demográfica sea eficaz se requiere la participación de muchos ministerios, no sólo del de salud pública, y una clara orientación y apoyo desde los más altos niveles del gobierno. La identificación del rápido crecimiento de la población y la elaboración de proyecciones de sus con- secuencias requieren la recopilación de datos confiables y un análisis experto de los mismos. Esa información es crucial para generar y sostener el compromiso político de los gober- nantes respecto de la desaceleración de ese crecimiento. Y para que tal compromiso se traduzca en políticas y medidas eficaces se necesitan instituciones oficiales fuertes, de ámbito tanto central como local. Permítanme que resuma estos puntos, Hace diez años, en la Conferencia Mundial de Población cele- brada en Bucarest, se suscitó un vivo debate acerca de las ventajas relativas de los programas de desarrollo y de los programas de planificación de la familia como dos alternativas para desacelerar el crecimiento de la población. Ahora es evidente que tal dicotomía es falsa. Las pruebas acumuladas sobre el cambio demográfico en los países en desarrollo indi- can que es precisamente la combinación de desarrollo social y planificación de la familia lo que influye poderosamente en la reducción de la fecundidad. Pero una disminución aún mayor de la fecundidad-y el co- mienzo de tal disminución allí donde todavía no se ha ini- ciado-no se producirá automáticamente. En las zonas rurales y entre los grupos de personas con menos instrucción, el tamaño deseado de la familia no se reducirá mucho sin un mejoramiento sostenido de las condiciones de vida. La dis- crepancia entre los beneficios privados y sociales de una ele- vada fecundidad, a su vez resultado de la pobreza, exige la adopción de medidas, especialmente en las esferas relaciona- 29 das con la mujer, que de todas maneras reclaman la interven- ción oficial. Pero las medidas que elevan los niveles de vida no llevan con rapidez a la disminución de la fecundidad. Se debe actuar ahora en las esferas de la educación, la atención primaria de la salud, la planificación familiar y el mejoramiento de las oportunidades para las mujeres a fin de lograr una disminu- ción sostenida de la fecundidad a largo plazo. Mientras tanto, todavía hay demasiadas parejas que no se benefician de ser- vicios adecuados de planificación de la familia. Los programas de esta índole, si bien han tenido éxito, no han agotado en absoluto todas sus posibilidades. La acción en ese campo se vería recompensada inmediatamente por buenos resultados. Para concluir, quisiera hacer hincapié en el mensaje central del Informe sobre el Desarrollo Mundial 1984-publicado este mes por el Banco Mundial-acerca del crecimiento de la población. El progreso económico y social ayuda a desacelerar el creci- miento de la población; pero, al mismo tiempo, el rápido crecimiento de la población obstaculiza el desarrollo econó- mico. Por consiguiente, es imperativo que los gobiernos actúen simultáneamente en ambos frentes. En los países más pobres el desarrollo puede no ser posible en absoluto a menos que se logre desacelerar pronto el ritmo de crecimiento de la población. En los países que tienen una situación económica más favorable, la persistencia de una elevada fecundidad, es- pecialmente entre los grupos pobres, podría prolongar indefi- nidamente la larga espera por un desarrollo que mejore en forma tangible la calidad de la vida. Nadie afirmará taxativamente que el crecirmiento más lento de la población garantizará por sí solo el progreso. Pero los datos del Informe sobre el Desarrollo Mundial 1984 parecen conclu- yentes: la pobreza y el rápido crecimiento de la población se refuerzan mutuamente. Por consiguiente, si se desea lograr el desarrollo, la comunidad internacional no tiene otra alterna- 30 tiva que la de cooperar, con sentido de urgencia, en un es- fuerzo por desacelerar el crecimiento demográfico. Pero ello se debe lograr a través de políticas y programas que sean humanos, no coactivos y sensibles a los derechos y la digni- dad de los individuos. La población mundial ha aumentado con más rapidez-y hasta cifras mayores-de la que Malthus pudo haber imagi- nado. Pero así han aumentado también la producción y los ingresos mundiales. Si podemos corregir el actual desequili- brio entre la población existente y su capacidad de genera- ción de ingresos, un desequilibrio que condena a una gran parte de la población del mundo a un círculo vicioso de po- breza y elevada fecundidad, tal vez podamos evitar las nefas- tas consecuencias que Malthus consideró inevitables. No es inevitable que la historia justifique su terrible predicción de que el aumento de la población del mundo sobrepasará a los recursos mundiales. Tenemos una opción. Pero debemos ejercitarla ahora. La oportunidad está a nuestro alcance, pero es preciso apro- vecharla antes de que sea tarde. Muchas gracias. 31 i� � � (j i�° %г .L'��Г � �� �Г'-�Гr �г'vг-е�Сс� ��� � ` Discurso ante la Conferencia Internacional de Población Ciudad de México, México 7 de agosto de 1984 37 Señor Presidente, señor Secretario General, distinguidos delegados: Agradezco sinceramente la oportunidad que se me ofrece de dirigirme a esta sesión plenaria de la Conferencia Internacio- nal de Población. Es bien conocido el profundo interés del Banco Mundial por los problemas que enfrenta este distinguido foro. Nadie sos- tendrá que el aumento más lento de la población puede por sí solo garantizar el progreso. Pero hay pruebas concluyentes de que en muchos países en desarrollo el progreso se poster- gará indefinidamente a menos que se logre pronto un creci- miento más lento de la población, incluso antes de que los ingresos reales más altos causen una declinación espontánea de la fecundidad. Esas pruebas se exponen en nuestro reciente estudio del personal, el Informe sobre el Desarrollo Mundial 1984, cuya lectura me atrevo respetuosamente recomendarles. Lo que tales pruebas significan es que la comunidad internacional debe trabajar unida en un esfuerzo renovado por frenar el creci- miento de la población. Este esfuerzo es fundamental en la campaña para acelerar el desarrollo económico y social. En los últimos cien años nuestro planeta ha registrado un extraordinario progreso económico y tecnológico, así como enormes aumentos en el número de sus habitantes. Ha lle- gado el momento de que utilicemos nuestras ganancias eco- nómicas y nuestros conocimientos acumulados para mejorar la condición humana. No podemos ni debemos legar a las generaciones futuras un mundo en el que el crecimiento más espectacular haya sido el del número de seres humanos su- midos en la pobreza absoluta. Hay pruebas abrumadoras de que el rápido aumento de la población dificulta los esfuerzos encaminados a elevar los niveles de vida en la mayoría de los países en desarrollo. Poi lo tanto, si se quiere mitigar la pobreza generalizada y acele- 35 rar el desarrollo, debe realizarse un esfuerzo continuo para contener el crecimiento de la población. Pero es preciso con- tenerlo mediante políticas y programas humanitarios, no coac- tivos y sensibles a los derechos y la dignidad de las personas. Creemos que la comunidad internacional no tiene otra alter- nativa que la de cooperar, con sentido de urgencia, en tal empresa. Además, ya sabemos por experiencia que los obje- tivos de ésta pueden en verdad lograrse. De ello es de lo que se trata en esta magna reunión de Ciudad de México y, por ese motivo, desearía hoy referirme a la manera en que el Banco Mundial se propone participar en esta empresa común. Diez años atrás en Bucarest, en la primera Conferencia Mun- dial sobre Población, tras un enérgico debate se formuló el Plan de Acción Mundial, que la Conferencia de este año va a reexaminar; en el debate se analizó si las tasas de natalidad podrían reducirse más rápidamente concentrándose en la planificación familiar o en el desarrollo, que crea una de- manda de familias menos numerosas. Durante los diez años transcurridos desde la Conferencia de Bucarest todos hemos llegado a la conclusión de que ésta es una falsa dicotomía. La disminución rápida del crecimiento de la población y, de hecho, el mejoramiento rápido de los nive- les de vida, requieren evidentemente una combinación de de- sarrollo económico y social y de planificación familiar. Permítanme ahora centrarme en la manera en que el Banco Mundial, como parte de la comunidad interesada en el desa- rrollo, puede apoyar una combinación eficaz de estos métodos. Creemos que la asistencia puede prestarse de tres maneras principales: • En primer lugar, a través de un diálogo productivo entre todos los que participan en el proceso de desarrollo, con la 36 mira de forjar una comprensión eficaz de las causas y conse- cuencias de las tendencias demográficas, y mediante el fomento de la elaboración de políticas que aborden el vínculo existente entre el crecimiento de la población y el desarrollo; • En segundo término, apoyando las actividades de desarro- llo económico y social en diferentes sectores, en especial las que estimulan la demanda de familias más pequeñas, como las orientadas a ofrecer mayores oportunidades de educación a las mujeres y mayor seguridad económica a los pobres, y " En tercer lugar, por medio de la asistencia en la ampliación y el mejoramiento de los servicios de planificación familiar y de atención básica de la salud. El Banco Mundial puede, y de hecho procura, prestar asisten- cia eficaz por medio de cada uno de estos métodos. El diálogo económico que el Banco Mundial sostiene con sus países miembros prestatarios es la pieza clave de su pro- grama de operaciones crediticias. En él dedicamos cada vez más atención a las consecuencias del rápido crecimiento de la población. Estas consecuencias varían según el entorno insti- tucional, económico, cultural y demográfico, pero la mayoría de los países hallan que ese rápido aumento exacerba la dificultad de elegir entre un mayor consumo ahora y las inver- siones necesarias para lograr un consumo más elevado en el futuro. Enfrentan los apremiantes problemas del enorme in- cremento de sus fuerzas laborales, el hacinamiento alarmante en sus ciudades, presiones sobre los servicios básicos y ame- naza para un equilibrio ya precario entre los limitados recur- sos naturales y una población en aumento. Las innovaciones técnicas pueden traer cierto alivio, pero no son ni gratuitas ni fáciles de predecir. Las expectativas de desarrollo frustradas, las presiones am- bientales, las tensiones para la salud maternoinfantil y las limitaciones de las oportunidades para las mujeres-todo 37 ello debido en gran medida a elevadas tasas de crecimiento de la población-son temas evidentes de estudio cuando el Banco Mundial y sus países miembros prestatarios examinan estrategias de desarrollo. La segunda manera importante en que el Banco Mundial puede ayudar es apoyando los aspectos del desarrollo que más influyen en la fecundidad. ¿Por qué los padres de esca- sos recursos dicen no poder tener pocos hijos, en tanto que los más ricos y con mayor nivel de educación manifiestan que no pueden tener muchos? Los padres de escasos recursos, espe- cialmente las madres, se ven obligados a depender de los hijos para su sostén, protección y ayuda en la ancianidad. Pero observamos que el desarrollo genera interés por las fa- milias menos numerosas a medida que aumentan las expecta- tivas de los padres con respecto a sus hijos y que se amplían sus propios horizontes económicos y sociales. Debemos ayudar a los padres a reducir su dependencia de los hijos y contribuir a aumentar las oportunidades económicas de las mujeres. ¿Pero cómo pueden lograrse estos objetivos a un costo asequible? La aminoración de la pobreza más extrema-por ejemplo, mediante el mejoramiento de la productividad de las peque- ñas explotaciones agrícolas-tiene elevada prioridad. Lo mismo cabe decir de la educación básica, en especial para las niñas, del suministro de más tecnología, crédito e insumos productivos a las mujeres y de unas instituciones de ahorro más sólidas. Esto requiere que la educación y los programas orientados a la producción en la agricultura y la industria sean más accesibles, y también más abiertos a las mujeres. Estos objetivos de desarrollo, sobre todo cuando se centran en la aminoración de la pobreza, son dignos de apoyo por derecho propio, pero sus efectos en el tamaño de la familia constitu- yen otra razón bien fundada para hacer hincapié en ellos. Insistiremos con mayor vigor en el financiamiento para educa- ción básica, en particular para las niñas, y en el fomento de reformas de las políticas que contribuyan a ampliar las opor- tunidades educacionales y de empleo de las mujeres. 38 En tercer lugar, el Banco puede ayudar a ampliar y mejorar los servicios de planificación familiar y de salud. La atención básica de la salud no sólo persigue fines humanitarios, sino que también eleva la productividad, y se ha demostrado que la planificación de la familia mejora la salud maternoinfantil y reduce la mortalidad en la niñez, lo que a su vez fomenta el interés en la planificación familiar. Reviste especial importan- cia fomentar el espaciamiento de los nacimientos. Aquí en México, por ejemplo, los datos demuestran que el nacimiento de un niño antes de los dos años después del nacimiento del hijo anterior eleva al doble el riesgo de muerte para el niño mayor en su segundo año de vida, La planificación de la familia influye demográficamente en entornos muy diferentes. Como ya se ha mencionado en este foro, el enérgico apoyo gubernamental a la planificación fami- liar aquí en México ha contribuido a reducir el crecimiento de la población de 3,2% en 1970 a alrededor de 2,4% actual- mente. El vigoroso respaldo oficial también ha ayudado a disminuir las tasas de aumento de la población en países como la República de Corea y Tailandia, y, para dar otros ejemplos, en Colombia e Indonesia y en partes de Bangla- desh y la India. La planificación familiar puede introducirse eficazmente en una amplia variedad de condiciones si los programas de pres- tación de los servicios se preparan con cuidado. Hemos visto que esto da resultado en todas las regiones del mundo; cier- tamente, ha tenido éxito aquí en México. Pero, ¿cuáles son las claves de la eficacia? Cabe citar las siguientes: 1. Ofrecer una variedad de métodos de planificación familiar e información acerca de ellos; 2. Proporcionar atención básica de la salud, a fin de mejorar la salud maternoinfantil; 3. Prestar los servicios no sólo en las clínicas, sino también a través de programas activos de extensión arraigados en las comunidades, y 39 4. Estructurar programas que sean fáciles de administrar y sensibles a las peculiaridades culturales. La demanda de servicios de planificación familiar a menudo excede a la oferta. Se estima que 65 millones de parejas en el mundo en desarrollo, muchas de ellas habitantes pobres de zonas rurales, no desean más hijos, pero no utilizan ningún método anticonceptivo. Esto se debe con frecuencia a la falta de acceso a medios eficaces de control de la fecundidad. Actualmente, en los países en desarrollo-fuera de la Repú- blica Popular de China-menos de! 40% de las parejas tiene acceso a servicios adecuados de planificación familiar. En Perú, por ejemplo, los datos recopilados indican que cerca de la mitad de las parejas no desean más hijos o quieren espa- ciar los nacimientos, pero carecen de acceso a servicios de planificación de la familia. En Bangladesh, por lo menos una tercera parte de las parejas parecen encontrarse ante el mismo dilema. Estas son las dimensiones de la empresa que enfrentamos. En los países en desarrollo, los servicios de planificación fa- miliar los proporcionan en su mayor parte los gobiernos, junto con los de atención de la salud maternoinfantil. Pero las orga- nizaciones privadas desempeñan una activa función en mu- chos países, aunque deben depender del apoyo incierto proveniente del exterior. En América Latina, estas organizacio- nes prestan servicios en una amplia escala. Los sistemas de atención de la salud y las farmacias del sector privado llegan a las zonas urbanas e incluso rurales, en especial en los países más prósperos. Pero no se puede depender de esto solamente para corregir las desigualdades de acceso a los servicios. Como medida práctica, los gobiernos deben ser la principal fuente de apoyo, sobre todo en los países más pobres. El Banco Mundial ayuda a los gobiernos a proporcionar aten- ción de la salud junto con los servicios de planificación fami- liar. Estos y otros servicios de atención básica de la salud 40 maternoinfantil constituyen un todo natural. Pero a menudo se da menos importancia de la debida a la planificación de la familia. Por consiguiente, también apoyamos programas más centrados en este solo objetivo, algunos de ellos indepen- dientes del sistema de atención de la salud. En los últimos catorce años el Banco Mundial ha destinado unos US$500 millones a proyectos de población y más de US$100 millones a proyectos de salud. Muchos de estos últi- mos incluyen componentes de planificación familiar. El forta- lecimiento del sistema de atención de la salud y el suministro de información más completa a los padres con frecuencia son medidas necesarias para propagar la planificación familiar. Esto es especialmente cierto en los casos en que los servicios de salud son escasos y los padres se muestran renuentes a practicar el control de la natalidad sin pruebas más convin- centes de que sus hijos sobrevivirán. En sus operaciones de financiamiento para fines de población y salud, el Banco Mundial comienza trabajando con los países en la identificación de objetivos y necesidades con respecto a diversos recursos. A continuación cabe que ayude, oficial u oficiosamente, a la coordinación de las actividades con otros donantes, para asegurar que las necesidades se satisfagan mediante una división razonable del trabajo. El Banco Mun- dial contribuye a atender una variedad de necesidades: clíni- cas y equipo, medicamentos y anticonceptivos, información y educación, gastos ordinarios y de capacitación, asistencia téc- nica y administrativa, y ensayos para encontrar mejores mane- ras de prestar servicios de salud y de planificación familiar. Conocemos muy bien el destacado historial de las organiza- ciones no gubernamentales en este campo, y el Banco Mun- dial alienta a los países en desarrollo y a la comunidad de donantes a prestarles un apoyo continuo y creciente. Nosotros les damos un modesto apoyo a través de nuestros proyectos con los gobiernos y estamos explorando activamente otras maneras de cooperar más con ellas. 41 El Banco Mundial estudia las posibilidades de apoyar más la investigación: sobre las consecuencias del crecimiento de la población, sobre las fuerzas socioeconómicas que influyen en este crecimiento y sobre los modos de suministrar más eficaz- mente los servicios. Estamos considerando el apoyo directo a las actividades internacionales en materia de investigaciones sobre anticonceptivos. En resumen, el Banco Mundial está dispuesto a hacer más en el ámbito de la población, y está en condiciones de hacerlo. Aumentan las solicitudes de asistencia en esta esfera, y en los casos en que haya programas que podamos apoyar con efica- cia, cifrtamente responderemos en sentido afirmativo. En los próximos años planeamos elevar por lo menos al doble nues- tro financiamiento para fines de población y de salud cone- xos, centrando nuestra atención sobre todo en Africa y Asia, donde estos problemas siguen revistiendo la mayor gravedad. Por ejemplo, en los próximos cinco años el número de pro- yectos de población y de salud conexos que aspiramos a financiar en la región de Africa al Sur del Sahara totalizará más de 20, y los países prestatarios probablemente ascenderán a 17. Aguardamos con interés cooperar con los gobiernos, con otros donantes, con organismos de las Naciones Unidas-en especial con el Fondo de las Naciones Unidas para Activida- des en Materia de Población (FNUAP)-y con organizaciones privadas en la formulación y puesta en vigor de políticas y programas eficaces de población en la forma solicitada por nuestros gobiernos miembros. Teniendo en cuenta el aumento de la demanda y la continua elaboración de métodos eficaces de planificación familiar, en nuestro Informe sobre el Desarrollo Mundial hemos llegado a la conclusión de que la asistencia en materia de población podría provechosamente triplicarse, o incluso cuadruplicarse, de aquí a fines del siglo. Esta asistencia asciende en la actua- lidad a unos US$500 millones al año, o sea, a menos del 2% de la asistencia oficial para el desarrollo. Sin embargo, este pequeño esfuerzo cubre cerca del 25% de todos los costos de los servicios de planificación familiar en los países en desa- 42 rrollo y aproximadamente el 50% de los programas de esta índole fuera de China. La cuadruplicación en términos reales de la asistencia para fines de población podría elevar el nivel anual a unos US$2.000 millones en el año 2000. Incluso este volumen relati- vamente pequeño de asistencia de los donantes podría, con- tando con políticas eficaces en los países en desarrollo, significar mucho para reducir el crecimiento de la población, meior-ir la salud maternoinfantil y, de ese modo, hacer más prometedor el futuro que compartimos. Con seguridad, todos los donantes pueden reconocer este hecho y reaccionar como corresponde. Pero no se debe esperar que unos pocos donantes carguen con la mayor parte del peso. Toda la comunidad donante debe ayudar. El mundo desarrollado ha tenido acceso a bue- nos servicios de planificación familiar durante algún tiempo y su experiencia demuestra que estos servicios cuestan poco. Si tanto los donantes como los países en desarrollo hicieran ajustes mínimos en sus asignaciones presupuestarias, se dis- pondría de los recursos para facilitar también estos servicios a la mayoría de los habitantes del mundo en desarrollo. Si en este foro podemos comprometernos a ello-dando a la desaceleración del crecimiento de la población la prioridad que sin duda tiene-, habremos dado un enorme paso hacia el progreso económico y social más rápido del mundo en desarrollo. Muchas gracias. 43 WORLD BANK 1818 H Street, N.W., Washington, D.C. 20433, U.S.A. Telephone number: (202) 477-1234 Cable address: INTBAFRAD WASHINGTON D.C. 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