Nueva econom�a estructural Un marco para reformular el desarrollo* Justin Yifu Lin *Traducci�n del documento "New Structural Economics: A Framework for Rethinking Development," Policy Research Department Working Paper 5197 (Documento de trabajo sobre investigaci�n de pol�ticas 5197) de febrero, 2010. Esta serie de documentos se encuentra en el sitio: research.worldbank.org. La serie de "working papers" difunde los hallazgos de trabajos en curso para favorecer el intercambio de ideas sobre los asuntos del desarrollo. Un objetivo de la serie es publicar los hallazgos r�pidamente, incluso si las presentaciones no est�n del todo terminadas. Los documentos llevan el nombre de los autores y deben citarse de la manera correspondiente. Los hallazgos, interpretaciones y conclusiones que se expresan en este documento son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no necesariamente representan los puntos de vista del Banco Internacional de Reconstrucci�n y Fomento / Banco Mundial y sus organizaciones afiliadas, o las de los Directores Ejecutivos del Banco Mundial o de los gobiernos que representan. Resumen En momentos en que se vuelven a examinar las estrategias para lograr un desarrollo sostenible en los pa�ses en desarrollo en el marco de la crisis financiera, es de suma importancia considerar el cambio estructural y su corolario, la modernizaci�n industrial. La literatura econ�mica ha dedicado mucha atenci�n al an�lisis de la innovaci�n tecnol�gica, pero no la suficiente a estos asuntos de igual importancia. La nueva econom�a estructural que se esboza en este documento sugiere un marco para complementar los enfoques usados previamente en la b�squeda de estrategias para impulsar un crecimiento sostenible. Considera lo siguiente: Primero, la estructura de dotaci�n de factores de una econom�a evoluciona de una etapa de desarrollo a otra. Por lo tanto, la estructura industrial �ptima de una determinada econom�a ser� diferente en sus distintas etapas de desarrollo. Cada estructura industrial necesita la correspondiente infraestructura (tanto "f�sica" como "no f�sica") para facilitar sus operaciones y transacciones. Segundo, cada etapa del desarrollo econ�mico es un punto en un continuo que va desde una econom�a agraria de bajos ingresos hasta una econom�a industrializada de altos ingresos. Es decir, no es una dicotom�a entre dos etapas de este desarrollo ("pobre" versus "rica" o "en desarrollo" versus "industrializada"). Los objetivos de la modernizaci�n industrial y del mejoramiento de la infraestructura en los pa�ses en desarrollo no necesariamente se sustentan en aquellos existentes en los pa�ses de ingresos altos. Tercero, en cualquier etapa determinada del desarrollo, el mercado es el mecanismo b�sico que asigna eficazmente los recursos. No obstante, la modernizaci�n industrial y las correspondientes mejoras en la infraestructura "f�sica" y "no f�sica" son necesarias en cada etapa para el desarrollo econ�mico, dado que �ste constituye un proceso din�mico. Tal modernizaci�n conlleva significativas externalidades para los costos de transacci�n y la rentabilidad de las inversiones de capital de las empresas. De este modo, adem�s de un eficaz mecanismo de mercado, el gobierno debe desempe�ar un papel activo en propiciar la modernizaci�n industrial y las mejoras en la infraestructura. ____________________________________ ii NUEVA ECONOM�A ESTRUCTURAL Un marco para reformular el desarrollo1 Justin Yifu Lin Vicepresidente Senior y Economista Jefe Banco Mundial 1 Los principales argumentos de este documento se presentaron en la cuarta Reuni�n de Economistas Principales del Departamento de Econom�a y Desarrollo (DEC) y en el primer aniversario de Lin en el Banco el 2 de junio de 2009. Una versi�n m�s reducida del documento se present� en la conferencia sobre "Desaf�os y estrategias para la promoci�n del crecimiento econ�mico", organizado por el Banco de M�xico en Ciudad de M�xico los d�as 19 y 20 de octubre de 2009; y en conferencias p�blicas en la Universidad del Cairo el 5 de noviembre de 2009, el Instituto de Desarrollo Coreano el 17 de noviembre de 2009, la Organizaci�n de Cooperaci�n y Desarrollo Econ�micos el 8 de diciembre de 2009, la Universidad de las Naciones Unidas-Instituto Mundial para el Desarrollo de la Investigaci�n Econ�mica el 19 de enero de 2010 y el Instituto de Econom�a Transicional de Estocolmo el 21 de enero de 2010. Celestin Monga brind� ayuda inestimable en la preparaci�n del documento. El documento tambi�n se benefici� de los an�lisis y comentarios de Gary Becker, Otaviano Canuto, Ha-Joon Chang, Luiz Pereira Da Silva, Augusto de la Torre, Christian Delvoie, Asli Demirg��-Kunt, Shantayanan Devarajan, Hinh T. Dinh, Shahrokh Fardoust, Ariel Fiszbein, Robert Fogel, Alan Gelb, Indermit S. Gill, Ann Harrison, James Heckman, Aart Kraay, Auguste Tano Kouame, Norman V. Loayza, Frank J. Lysy, Shiva S. Makki, William F. Maloney, Mustapha Kamel Nabli, Vikram Nehru, Howard Pack, Nadia Piffaretti, Claudia Paz Sepulveda, Martin Ravallion, Mohammad Zia M. Qureshi, Sergio Schmukler, Luis Serven y Harald Uhlig. iii 1. INTRODUCCI�N La crisis mundial que se inici� en el sector financiero estadounidense durante el tercer trimestre de 2008 es la m�s severa desde la Gran Depresi�n, tanto en t�rminos de magnitud como de alcance. Ning�n pa�s se libr� de la desaceleraci�n de su actividad econ�mica. El PIB mundial se contrajo un 2,2% en 2009, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, y el volumen de comercio mundial se redujo en un impresionante 14,4%, el mayor en 80 a�os (Banco Mundial, 2010). Antes de la crisis, una investigaci�n del Banco estimaba que aproximadamente 1.400 millones de personas viv�an bajo la l�nea de pobreza en 2005 (con una cantidad igual o menor a US$1,25 diarios). Ahora se espera que el efecto acumulativo de la crisis privar� a unos 64 millones adicionales de personas de la oportunidad de salir de la pobreza antes de 2010, la mayor�a de ellos en pa�ses que ya se encuentran afectados por la pobreza (Chen y Ravallion, 2009). La experiencia de crisis anteriores sugiere que las repercusiones puedan ser incluso m�s duraderas que la misma crisis2. Sin embargo, dentro de varias d�cadas, cuando los historiadores econ�micos hurguen en la historia de los �ltimos cien a�os, es muy probable que les llame m�s la atenci�n el misterio de los divergentes desempe�os de diversos pa�ses, especialmente durante la segunda mitad del siglo XX. Por una parte, les asombrar� la r�pida trayectoria de crecimiento seguida por un reducido n�mero de pa�ses como Brasil, Chile, China, Indonesia, India, Corea, Malasia, Mauricio, Singapur, Tailandia y Vietnam, en los que el proceso de industrializaci�n transform� velozmente sus econom�as agrarias de subsistencia y sac� a varios cientos de millones de personas de la pobreza en el transcurso de una sola generaci�n. Por la otra, les intrigar� la evidente falta de capacidad de muchos otros pa�ses, donde m�s de un sexto de la humanidad (los "�ltimos mil millones", como lo denomin� Collier (2007)) permanece atrapado en la pobreza. Tambi�n observar�n que con la excepci�n de unas pocas econom�as exitosas3, hubo poca convergencia econ�mica entre los pa�ses ricos y pobres antes de la crisis mundial de 2008-2009, no obstante los numerosos esfuerzos que realizaron los pa�ses en desarrollo y a pesar de la ayuda que entregaron muchos organismos de desarrollo multilateral. El mandato del Banco Mundial es disminuir la pobreza y su anhelo es un mundo en que �sta no exista. Ya que el crecimiento sostenible e integrado a largo plazo es la fuerza que impulsa la reducci�n de la pobreza, es crucial que los economistas del Banco comprendan los mecanismos y factores que determinan el crecimiento econ�mico. La econom�a del desarrollo nos ha brindado algunos conocimientos extraordinarios al respecto. No obstante, como una subdisciplina de la econom�a, hasta ahora no ha podido forjar un programa intelectual convincente para generar y distribuir la riqueza en los pa�ses pobres. La crisis mundial no s�lo es una oportunidad para identificar nuevas �reas de investigaci�n respecto de c�mo ayudar a los pa�ses en desarrollo y a los desarrollados a enfrentar los desaf�os de las crisis e impedir crisis similares en el futuro, sino tambi�n sobre c�mo alcanzar un crecimiento sostenible e integrado en los pa�ses en desarrollo. Este documento se centra en los desaf�os del desarrollo a largo plazo. Analiza la evoluci�n del pensamiento sobre el desarrollo desde el t�rmino de la Segunda Guerra Mundial y sugiere un 2 La investigaci�n emp�rica de crisis anteriores indica que los ni�os muy peque�os que se ven afectados severamente por una nutrici�n deficiente posiblemente nunca alcancen el nivel de sus pares que nacieron en momentos m�s afortunados. En Indonesia, las matr�culas en las escuelas disminuyeron despu�s de 1997 entre los m�s pobres; en zonas rurales el n�mero de ni�os entre 7 y 12 a�os no matriculados en la ense�anza se duplic� al 12% en unos pocos a�os. La crisis tambi�n repercuti� en los resultados de la salud y la mortalidad infantil aument� en m�s de 3 puntos porcentuales durante la crisis. 3 Ver, por ejemplo, las 13 econom�as que se estudian en el Informe del Crecimiento (Comisi�n sobre el Crecimiento y Desarrollo, 2008). marco que permita que los pa�ses en v�as de desarrollo logren crecer de manera sostenible, erradiquen la pobreza y reduzcan la brecha de ingresos con los pa�ses desarrollados. El marco propuesto, denominado enfoque neocl�sico respecto de sus estructuras y el cambio en el proceso de desarrollo econ�mico, o nueva econom�a estructural, se basa en algunos de los conocimientos de la vieja escuela de econom�a estructuralista. Pone de relieve la idea de que las caracter�sticas estructurales deben ser consideradas en el an�lisis de: (i) el proceso de desarrollo econ�mico; y (ii) la funci�n del estado como facilitador que ayuda a un pa�s en desarrollo a convertir su estructura atrasada en una moderna. Sin embargo, este nuevo marco tambi�n considera que las diferencias estructurales entre los pa�ses en v�as de desarrollo y los desarrollados son en gran parte end�genas a las estructuras de su dotaci�n de recursos y determinadas por las fuerzas del mercado, en lugar de ser una consecuencia de la distribuci�n del poder u otras rigideces determinadas ex�genamente, como supon�a el antiguo enfoque estructuralista. El enfoque principal se organiza en torno a las siguientes ideas: � Primero, la dotaci�n de factores de la econom�a y su estructura (definida como la abundancia relativa de recursos naturales, trabajo, capital humano y capital f�sico) est�n dadas en cualquier etapa espec�fica del desarrollo y difieren de una etapa a otra. Por lo tanto, la estructura industrial �ptima de la econom�a ser� diferente en las distintas etapas del desarrollo. Adem�s de las diferencias en la intensidad de capital de las industrias, distintas estructuras industriales implican diferencias en el �ptimo tama�o de la empresa, escala de producci�n, amplitud del mercado, complejidad de las transacciones y tambi�n en la naturaleza de los riesgos. Como consecuencia, cada estructura industrial necesita la correspondiente infraestructura f�sica y no f�sica4 para facilitar sus operaciones y transacciones5. � Segundo, cada etapa del desarrollo econ�mico es un punto en un amplio espectro, que se extiende desde la econom�a agraria de subsistencia y de reducidos ingresos hasta una econom�a industrializada de altos ingresos. De este modo, no sirve la dicotom�a habitual entre dos etapas del desarrollo econ�mico ("pobre" versus "rica" o "pa�ses en desarrollo" versus "pa�ses industrializados"). Dada la naturaleza end�gena de la estructura industrial en cada etapa de desarrollo, los objetivos de modernizaci�n industrial y de mejoramiento de la infraestructura en un pa�s en desarrollo no necesariamente deben tomar como referencia las industrias e infraestructura que existen en los pa�ses de ingresos altos. � Tercero, en cualquier etapa determinada del desarrollo, el mercado es el mecanismo fundamental para la asignaci�n eficaz de los recursos. Adem�s, el desarrollo econ�mico, entendido como el proceso din�mico de avanzar de una etapa a otra, necesita la diversificaci�n y modernizaci�n industrial y las correspondientes mejoras en la infraestructura f�sica y no f�sica. Este proceso de diversificaci�n y modernizaci�n es un proceso de innovaci�n. Las empresas pioneras en este proceso generan conocimiento p�blico (que es no rival y no excluyente) que sirve a otras empresas en la econom�a. Es decir, el consumo del nuevo conocimiento por una empresa no reduce la disponibilidad de ese conocimiento para otras y, en efecto, nadie puede ser excluido de su utilizaci�n. En la mayor�a de los casos, las mejoras en infraestructura no pueden internalizarse en la decisi�n de inversi�n de una sola empresa. Sin embargo, producen externalidades importantes para los costos de transacci�n de otras empresas. De este modo, 4 Ejemplos de la infraestructura f�sica son los sistemas de energ�a, transporte y telecomunicaciones. La infraestructura no f�sica incluye el sistema financiero y su normativa, el sistema educacional, el marco legislativo, las redes sociales, los valores y otras estructuras intangibles de una econom�a. 5 La estructura industrial �ptima determina la frontera de producci�n de una econom�a. Si la producci�n real se ubicar� en la frontera depender�, entre otros factores, de la idoneidad y suficiencia de la infraestructura. 2 adem�s de un eficaz mecanismo de mercado, el gobierno debe desempe�ar un papel activo y facilitador que propicie el proceso de diversificaci�n y modernizaci�n industrial y las mejoras de infraestructura. Este marco tiene repercusiones interesantes para la investigaci�n. De hecho, es necesario entender mejor las funciones del mercado y del estado y la interacci�n entre ambos para fortalecer el sector privado en el proceso de desarrollo econ�mico. Ello a su vez plantea varias interrogantes importantes: �C�mo se puede definir y poner en marcha un enfoque de desarrollo exitoso que facilite la diversificaci�n y modernizaci�n fluida entre una estructura industrial a otra? Cuando hay distorsiones debido a una excesiva o insuficiente intervenci�n de los gobiernos, �c�mo pueden avanzar los pa�ses a un mundo �ptimo libre de distorsiones? �C�mo pueden las autoridades encargadas de formular pol�ticas asegurar que esas transiciones fluyan sin tropiezos? Lo que resta del documento est� organizado de la siguiente manera: La secci�n 2 revisa la evoluci�n del pensamiento sobre el desarrollo y entrega un an�lisis cr�tico de algunas de las principales escuelas de pensamiento. La secci�n 3 expone los principios b�sicos y el marco conceptual de la nueva econom�a estructural, la funci�n del mercado, los cuatro roles de un estado facilitador y la estrategia para anular las distorsiones. La secci�n 4 destaca las similitudes y diferencias entre la nueva y la antigua econom�a estructuralista y analiza algunas ideas preliminares sobre importantes asuntos normativos sobre la base de este nuevo enfoque. La secci�n 5 concluye con las repercusiones de la nueva econom�a estructural para las investigaciones del Banco Mundial. 2. BREVE AN�LISIS DEL PENSAMIENTO SOBRE EL DESARROLLO Y EXPERIENCIAS AL RESPECTO6 El proceso del aumento del ingreso per c�pita y crecimiento econ�mico sostenibles, que se caracterizan por una permanente innovaci�n tecnol�gica y modernizaci�n industrial, es un fen�meno moderno. Antes de la era moderna, la mayor�a de los pa�ses se encontraba en la etapa de desarrollo de una econom�a agraria relativamente retrasada que sufr�a los ocasionales embates de guerras y calamidades de la naturaleza y estaba afligida por la trampa maltusiana. Con la excepci�n de las clases dirigentes, los artesanos y los comerciantes, que representaban una minor�a en la poblaci�n, la mayor�a de las personas trabajaba en la agricultura de subsistencia, la cr�a de animales o la pesca. En el marco de las tecnolog�as e industrias predominantes de la �poca, la asignaci�n de recursos, desarrollada a trav�s de generaciones de pr�ctica en tales econom�as, era cercana al �ptimo. Por lo tanto, cualquier mejora en la asignaci�n de recursos arrojaba pocos dividendos (Schultz, 1964). Un desarrollo econ�mico adicional s�lo era viable mediante algunas innovaciones tecnol�gicas para el sistema, como una perturbaci�n ex�gena o una mejora basada en la experiencia7. En esta era premoderna, el desarrollo econ�mico se manifestaba principalmente en un incremento en la poblaci�n y en el tama�o agregado de la econom�a. Aunque el crecimiento fuese generalizado, el ingreso per c�pita no experimentaba mayor cambio (Clark, 2007; Kuznets, 1966; Perkins, 1969). 6 Estos primeros cuatro p�rrafos se basan principalmente en Lin (2009a). 7 Algunas innovaciones tecnol�gicas anteriores a los tiempos modernos, como la introducci�n en el resto del mundo del ma�z y la batata, ambos subproductos del descubrimiento del nuevo continente Am�rica, pueden ser consideradas perturbaciones tecnol�gicas ex�genas. La mayor parte de otras innovaciones tecnol�gicas anteriores a los tiempos modernos era un subproducto de las actividades cotidianas de artesanos y agricultores. 3 La brecha de ingresos entre las zonas que en la actualidad se considerar�an desarrolladas y aquellas que se considerar�an en v�as de desarrollo eran relativamente peque�a desde la perspectiva actual; se estimaba a lo m�s en un 50% (Maddison, 2006; Bairoch, 1993). En efecto, se cre�a que algunos de los actuales pa�ses en desarrollo �como China y parte de India� eran m�s ricos que Europa en aquella �poca (Cipolla, 1980; Pomeranz, 2000; Smith, 1776). Hasta fines del siglo XVIII, el comportamiento general de los mercados �en t�rminos de integraci�n� era comparable en China y en Europa occidental (Shiue y Keller, 2007). Luego del inicio de la Revoluci�n Industrial en Inglaterra a mediados del siglo XVIII, los experimentos que se realizaban en laboratorios se convirtieron en la principal fuente de la invenci�n e innovaci�n tecnol�gica (Lin, 1995; Landes, 1998). Esto era especialmente cierto para aquellos macro inventos que constitu�an nuevas ideas radicales y que involucraban cambios significativos, discretos y originales, seg�n definici�n de Mokyr (1990). A los pa�ses desarrollados que se encontraban en la frontera tecnol�gica global, dicha transformaci�n del m�todo de invenci�n tecnol�gica les permiti� acelerar los avances tecnol�gicos mediante inversiones en investigaci�n y desarrollo, y la invenci�n e innovaci�n tecnol�gicas se volvieron end�genas (Romer, 1986; Lucas, 1988). Con el aumento de las inversiones en investigaci�n y desarrollo, se aceler� el cambio tecnol�gico, las estructuras industriales se modernizaron permanentemente y se increment� la productividad. Debido a todo lo anterior, los pa�ses desarrollados del hemisferio occidental comenzaron a despegar y surgi� la divergencia entre el Norte y el Sur (Baumol, 1994; Braudel, 1984). Desde 1820, el producto total de los pa�ses capitalistas avanzados se multiplic� por 70, la poblaci�n por casi cinco, el producto per c�pita por 14 y el consumo real per c�pita por alrededor de 108. En la Figura 1 se muestra la evoluci�n del ingreso per c�pita en varias regiones del mundo desde el a�o 1 hasta el a�o 2001 DC, basado en el c�lculo de Maddison (2006, p�g.642). Desde una insignificante diferencia a comienzos del siglo XVIII, hacia fines del siglo XX el ingreso per c�pita de los pa�ses desarrollados de Europa occidental y de las naciones que se hab�an desprendido de ellos hab�a aumentado 20 veces m�s que el de los pa�ses en v�as de desarrollo9. 8 Ver Maddison (1982). 9 Una advertencia: Seg�n reflexionara Lucas (1988) en sus Conferencias Marshall 1985, `Semejante diversidad entre los pa�ses en los niveles de su ingreso per c�pita es demasiado grande para poder creerla'. 4 Figura 1: PIB per c�pita de varias regiones, 1 a 2001 DC 30,000 Europa Europe Western occidental 25,000 Western Offshoots "Ramificaciones" occidentales 20,000 Europa Europe Eastern oriental Former USSR Ex Union Sovi�tica 15,000 Latin America Am�rica Latina 10,000 Japan Jap�n Asia excl. Japan Asia, sin Jap�n 5,000 Africa �frica 0 1 1000 1500 1600 1700 1820 1870 1913 1950 1973 2001 Nota: El producto interno bruto (PIB) se ha calculado con el d�lar internacional Geary-Khamis de 1990. El d�lar Geary-Khamis, conocido tambi�n como d�lar internacional, es un m�todo sofisticado de agregaci�n para calcular la paridad del poder adquisitivo (PPA). Esto facilita la comparaci�n entre los pa�ses. Se puede consultar la definici�n estad�stica en http://unstats.un.org/unsd/methods/icp/ipc7_htm.htm Fuente: Maddison, A. (2006). The World Economy. Par�s: Organizaci�n de Cooperaci�n y Desarrollo Econ�micos, 642. Desde Adam Smith hasta comienzos del siglo XX, la mayor�a de los economistas estimaba que el laissez faire constitu�a el mejor medio para que una econom�a lograra crecer de manera sostenible. Se supon�a que para que las econom�as prosperaran, todas las decisiones sobre asignaci�n de recursos eran tomadas por los agentes econ�micos que interactuaban en los mercados sin la intervenci�n del gobierno. El sistema de precios determinaba no s�lo qu� y c�mo se produc�a, sino tambi�n para qui�n. En la b�squeda de sus propios intereses, los hogares y las empresas eran guiados "como por una mano invisible" para realizar acciones que eran en el inter�s de otros y de la sociedad en general. Este pensamiento, que debe su popularidad a Adam Smith, se fundaba en las experiencias econ�micas anteriores a la Revoluci�n Industrial. Se supon�a que los aumentos en la productividad en los sectores manufactureros y agr�colas obedec�an principalmente a peque�os perfeccionamientos incrementales en las tecnolog�as tradicionales de anta�o cuyo objetivo era aprovechar los mercados m�s amplios y la especializaci�n y de ese modo, en el an�lisis se pod�a considerar a las industrias como dadas. Ignoraba b�sicamente la posibilidad de una incorporaci�n sucesiva de grandes innovaciones que crearan nuevas industrias o alteraran en forma radical los m�todos de producci�n (Rostow, 1990a). Aunque el enfoque del laissez faire fue cuestionado por los economistas marxistas y otros, se convirti� en el marco intelectual predominante para el estudio del crecimiento en todos los pa�ses y se mantuvo por un per�odo prolongado. Ciertamente proporcion� muchas buenas revelaciones sobre el proceso de desarrollo econ�mico, incluido sobre el "papel del soberano", es decir, el estado10. Sin embargo, ten�a un gran defecto: no consideraba la importancia del proceso de 10 Aunque frecuentemente se percibe a Adam Smith como un pensador que abog� por un rol restringido del estado en la vida econ�mica, la realidad es que percibi� que el estado ten�a una importante funci�n econ�mica. Al igual que muchos importantes te�ricos de la econom�a del libre mercado, cre�a que el estado deb�a velar por el cumplimiento de los contratos y otorgar patentes y derechos de autor para fomentar las invenciones y nuevas ideas. Tambi�n recomendaba que el estado proporcionara obras civiles como carreteras, puentes y obras de defensa; todos bienes que, seg�n supon�a, una persona no se interesar�a en producir. Sin embargo, deseaba que los usuarios de tales obras civiles pagaran en proporci�n a su uso (ver La riqueza de las naciones, Libro V). Adam Smith no analiz� el rol del estado en 5 cambios tecnol�gicos permanentes y fundamentales y la modernizaci�n industrial, que distingue el crecimiento econ�mico moderno del crecimiento econ�mico premoderno (Kuznets, 1966). Ese proceso quiz�s no sea tan espont�neo para una econom�a de �xito como insinuara la econom�a marxista. Las autoridades responsables de la formulaci�n de pol�ticas siempre han tenido una obsesi�n por el desarrollo econ�mico, es decir, el mecanismo que implica organizar los recursos e instituciones de un pa�s para producir y distribuir m�s bienes y servicios y mantener el progreso social en forma permanente y lograr una creciente prosperidad. No obstante, lo que ha llegado a ser conocido como la econom�a del desarrollo es una subdisciplina relativamente nueva de la econom�a (Bell ,1987). Merced a un documento de Rosenstein Rodan (1943), los asuntos del desarrollo se pusieron a la vanguardia de los estudios econ�micos. El documento suger�a que el c�rculo virtuoso del desarrollo depend�a esencialmente de la interacci�n entre las econom�as de escala presentes en cada una de las empresas y el tama�o del mercado. Espec�ficamente, supon�a que los m�todos modernos de producci�n s�lo pueden llegar a ser m�s productivos que los tradicionales si el mercado es lo suficientemente grande para que su ventaja en materia de productividad compense la necesidad de pagar mayores salarios. Pero el tama�o del mercado en s� mismo depende del grado en que se adopten estas t�cnicas modernas. Por lo tanto, si el proceso de modernizaci�n puede iniciarse a una escala muy grande, el proceso de desarrollo econ�mico se reforzar� y se sostendr� a s� mismo. En caso contrario, los pa�ses se encontrar�n atrapados en la pobreza en forma indefinida. El marco de Rosenstein Rodan desencaden� una ola de ideas similares (Chang, 1949; Lewis, 1954; Myrdal, 1957; Hirschman, 1958) que lleg� a conocerse como el enfoque estructuralista del desarrollo econ�mico. Su punto de partida era la lucha contra la pobreza y el reconocimiento de que, en la b�squeda del crecimiento, los pa�ses en v�as de desarrollo enfrentan problemas estructurales que difieren de aquellos de las econom�as de ingresos altos. Surgi� en un contexto caracterizado por dos acontecimientos hist�ricos y una importante fuerza intelectual: La Gran Depresi�n, la exitosa industrializaci�n en la Uni�n Sovi�tica y el auge de la econom�a keynesiana, que pusieron de relieve la importancia del mal funcionamiento del mercado y la necesidad de una participaci�n activa del gobierno en la econom�a. Se sosten�a que, debido a las rigideces estructurales y los problemas de coordinaci�n en los mercados de los pa�ses en desarrollo, la industria pesada moderna no pod�a crecer espont�neamente en un pa�s en desarrollo. La tesis del mal funcionamiento del mercado se convirti� en el centro de la "econom�a del desarrollo", que surgi� luego de la Segunda Guerra Mundial11. Bajo la influencia del keynesianismo y la convicci�n del �xito econ�mico de la Uni�n Sovi�tica, las teor�as predominantes en la primera etapa de la econom�a del desarrollo sosten�an que el mercado ten�a defectos insuperables y que el estado era un medio complementario poderoso para acelerar el la modernizaci�n industrial y el cambio estructural end�geno a ese proceso, probablemente debido a que la repercusi�n de la revoluci�n industrial s�lo fue observable y significativa despu�s de su fallecimiento en 1790. 11 Se consideraba que el nuevo campo de la econom�a del desarrollo cubr�a el subdesarrollo debido a que la "econom�a convencional" no era aplicable (Hirschman, 1982). Las primeras teor�as de comercio y desarrollo y recomendaciones normativas se basaban en algunos hechos y premisas de ocurrencia frecuente ampliamente aceptados acerca de los pa�ses en desarrollo (Krueger, 1997); estos inclu�an: 1) las estructuras de producci�n de las econom�as en desarrollo estaban fuertemente orientadas hacia la producci�n de productos primarios; 2) si los pa�ses en desarrollo adoptaban pol�ticas de libre comercio, su ventaja comparativa quedar�a marginada para siempre a la producci�n de productos primarios; 3) la elasticidad del ingreso global y la elasticidad del precio de la demanda por productos primarios era baja; 4) la acumulaci�n de capital era vital para el crecimiento y, en las primeras etapas del desarrollo, podr�a ocurrir s�lo con la importaci�n de bienes de capital. Sobre la base de estos los hechos y premisas, era un paso claro creer que el proceso de desarrollo era la industrializaci�n y que �sta consist�a principalmente en la sustituci�n de las importaciones mediante la producci�n interna de bienes manufacturados (Chenery, 1958). 6 ritmo del desarrollo econ�mico. Muchos economistas del desarrollo de la �poca recomendaban que el estado compensara el mal funcionamiento del mercado desempe�ando un papel fundamental en hacer progresar la industrializaci�n, asignar directamente los recursos para la inversi�n y crear empresas p�blicas en la gran industria pesada para controlar las "cumbres dominantes" (Hirschman, 1958; Nurkse, 1953; Rosenstein-Rodan, 1943). La ca�da repentina del comercio internacional durante la Gran Depresi�n se tradujo en pesimismo exportador en el per�odo posterior a la guerra. En Am�rica Latina, por ejemplo, los dirigentes pol�ticos y las �lites sociales se vieron fuertemente influenciados por el deterioro en los t�rminos de intercambio, las dificultades econ�micas que se enfrentaron durante la Gran Depresi�n en los a�os treinta y la tesis formulada por Prebisch (1950) y Singer (1950). Estimaban que la disminuci�n en los t�rminos de intercambio frente a la exportaci�n de productos b�sicos era a largo plazo y resultar�a en la transferencia de ingresos desde los pa�ses en desarrollo con alto coeficiente de recursos naturales hacia los pa�ses desarrollados con alto coeficiente de capital. Sosten�an que para evitar ser explotados por los pa�ses desarrollados, los pa�ses en v�as de desarrollo deb�an hacer prosperar sus industrias manufactureras nacionales a trav�s de un proceso conocido como sustituci�n de las importaciones. Adem�s, el surgimiento de las ex colonias o semicolonias como estados recientemente independizados en Asia y Oriente Medio, y m�s tarde en �frica, estuvo acompa�ado por s�lidos sentimientos nacionalistas. En comparaci�n con los pa�ses desarrollados, estos pa�ses en v�as de desarrollo ten�an una tasa de crecimiento econ�mico y un producto nacional bruto per c�pita extremadamente bajo, elevadas tasas de natalidad y mortalidad, bajos niveles promedio de instrucci�n y una infraestructura muy atrasada. Estaban fuertemente especializados en la producci�n y exportaci�n de productos b�sicos e importaban la mayor parte de sus bienes manufacturados. De este modo, para la agenda nacional de los gobiernos de todos los pa�ses en desarrollo era fundamental hacer progresar su econom�a en forma independiente para lograr un r�pido despegue econ�mico y eliminar la pobreza. Aunque exist�a un amplio consenso respecto de ese diagn�stico al interior del grupo de economistas estructuralistas, hab�a divergencia respecto de las pol�ticas espec�ficas que se deb�an adoptar para escapar de la trampa y comenzar el c�rculo virtuoso. Rosenstein Rodan parec�a indicar que la soluci�n era un Gran Impulso (un amplio y coordinado programa de inversi�n estatal). Nurkse (1953) tambi�n consideraba que el mercado poco activo era el principal obst�culo al desarrollo y sugiri� que s�lo nuevas inversiones simult�neas podr�an crear la demanda que era necesaria. En su teor�a del "crecimiento equilibrado", identific� la escasez de capital como la restricci�n insalvable para el desarrollo, entendida �sta como una expansi�n del mercado y un aumento en la producci�n. Otros, como Hirschman, pensaban que el problema no resid�a en la escasez de capital, sino en la falta de capacidades de emprendimiento, que a su vez era un reflejo de factores institucionales. Suger�an un "enfoque de crecimiento no equilibrado", en que la inversi�n no se repartir�a de manera uniforme en las econom�as pobres, sino se concentrar�a en proyectos seleccionados en sectores econ�micos clave que tuvieran fuertes eslabonamientos ascendentes y descendentes. En resumen, muchos gobiernos de pa�ses en desarrollo consideraron el crecimiento econ�mico como su responsabilidad directa y primordial. Finalmente, muchas instituciones multilaterales influyentes, como el Banco Mundial, adoptaron el pensamiento estructuralista en su enfoque frente al desarrollo econ�mico. Sin embargo, los resultados fueron desalentadores en muchos casos. En lugar de converger con los niveles de ingreso de los pa�ses desarrollados, �stos se estancaron o incluso deterioraron en los pa�ses en desarrollo y la brecha de ingresos con las econom�as industrializadas se profundiz�. Las intervenciones bien intencionadas de los gobiernos fracasaron en muchos pa�ses en v�as de 7 desarrollo. As� sucedi� en los pa�ses de Am�rica Latina, �frica y Asia meridional en los a�os sesenta y setenta, cuando una caracter�stica esencial de la estrategia del desarrollo era la sustituci�n de las importaciones y la protecci�n de las propias industrias. En muchas naciones en desarrollo y ex pa�ses socialistas, una de las principales razones que impidi� su crecimiento din�mico en sus procesos de transici�n era que no aprovecharon su ventaja comparativa determinada por la estructura de su dotaci�n de recursos y otorgaron prioridad al desarrollo de la industria pesada intensiva en el uso de capital en un momento que �ste era un bien escaso en sus econom�as12. Para poner en marcha tales estrategias, los gobiernos de los pa�ses en desarrollo ten�an que proteger numerosas empresas no viables en sus sectores prioritarios. No obstante, debido a que usualmente su capacidad de recaudaci�n de impuestos era limitada, no pod�an mantener las protecciones y subsidios a gran escala con sus reducidos recursos fiscales. As�, tuvieron que recurrir a medidas administrativas, como otorgar un mercado monop�lico a empresas no viables en industrias prioritarias, bajar tasas de inter�s, sobrevaluar la moneda nacional y controlar los precios de las materias primas, a fin de reducir los costos de inversi�n y operaci�n de las empresas no viables. Tales intervenciones generaron una escasez generalizada de fondos, divisas y materias primas. Los gobiernos tuvieron que asignar recursos directamente a estas empresas a trav�s de canales administrativos, medidas que incluyeron la planificaci�n nacional en los pa�ses socialistas y el racionamiento del cr�dito y la regulaci�n de la inversi�n y las internaciones en los pa�ses en desarrollo no socialistas (Lin, 2009a; Lin y Li, 2009)13. Al blindar a las industrias no sostenibles de la competencia de las importaciones, los pa�ses en desarrollo tambi�n impusieron otros tipos de costos sobre sus econom�as. La protecci�n com�nmente condujo a: (i) un incremento en el precio de los bienes importados y los bienes sustitutos de las importaciones en relaci�n con los precios mundiales y distorsiones en los incentivos, alentando a la econom�a a consumir el conjunto equivocado de bienes desde el punto de vista de la eficiencia econ�mica; (ii) la fragmentaci�n de los mercados, dado que la econom�a produc�a demasiados bienes a una escala reducida, lo que nuevamente se tradujo en una p�rdida de eficiencia; (iii) menor competencia de las empresas extranjeras y fomento del poder monop�lico de las empresas locales cuyos propietarios ten�an buenas conexiones pol�ticas; y (iv) creaci�n de oportunidades para la obtenci�n de rentas y la corrupci�n, situaci�n que aumentaba los costos de transacci�n y de los insumos (Krueger, 1974)14. Cuando en muchos pa�ses fracasaron las estrategias de desarrollo econ�mico regidas por el gobierno y basadas en las ense�anzas estructuralistas, emergi� el enfoque del libre mercado para 12 Hubo teor�as muy respetables que respaldaron la estrategia de priorizar la industria de bienes de capital, como el modelo de desarrollo econ�mico elaborado por el famoso estad�stico indio Parsanta Chandra Mahalanobis en 1953, que sent� las bases del segundo plan quinquenal de India (Bhagwati y Chakravarty, 1969), y la tesis de Amartya Sen en la Universidad de Cambridge, publicada posteriormente como libro (1960). 13 Hay hip�tesis alternativas para las intervenciones estatales y las distorsiones en los pa�ses en desarrollo, especialmente en los pa�ses latinoamericanos. En los modelos de Olson (1982), Acemoglu y otros. (2001, 2002, 2005), Grossman y Helpman (1996 y 2001) y Engerman y Sokoloff (1997), se sosten�a que la intervenci�n del gobierno y las distorsiones institucionales surgen de la captura del gobierno por parte de poderosas �lites con intereses personales. Como es l�gico, sus modelos pueden explicar algunas intervenciones y distorsiones observadas, como las cuotas de importaci�n, los subsidios tributarios, las normativas de internaci�n, etc. No obstante, sus teor�as no pueden explicar la existencia de otras importantes intervenciones y distorsiones, como la generalizada existencia de empresas estatales en los pa�ses en desarrollo que con contrarias a los intereses de las poderosas �lites. Tampoco explican por qu� la mayor�a de las distorsiones para proteger los sectores industriales se introdujeron en los a�os cuarenta y cincuenta, cuando la mayor�a de las �lites de poder se encontraba en la clase hacendada. Sin embargo, una vez que el gobierno introduce una distorsi�n, se surgir� un grupo de intereses adquiridos, incluso si la distorsi�n fue creada con un prop�sito noble. El argumento de los intereses creados podr�a ser apropiado para explicar lo dif�cil que es eliminar las distorsiones. 14 En Krugman (1993) se presenta una exposici�n general de estos problemas. 8 triunfar e influir en el pensamiento econ�mico. Esta tendencia fue reforzada por una nueva revoluci�n en la macroeconom�a. La macroeconom�a keynesiana predominante fue puesta en tela de juicio por el surgimiento de la estanflaci�n (estancamiento de la inflaci�n) en los a�os setenta, la crisis de la deuda latinoamericana y el colapso del sistema de planificaci�n socialista en los a�os ochenta. En un intento por reducir las elevadas tasas de inflaci�n en un contexto de sobreempleo, la administraci�n de Estados Unidos contrajo la pol�tica fiscal y monetaria en 1969, una medida de pol�tica que era coherente con el pensamiento keynesiano convencional. Esto gener� un significativo aumento en el desempleo, pero virtualmente ninguna disminuci�n en la inflaci�n. La experiencia valid� la revoluci�n de las expectativas racionales en macroeconom�a al demostrar que en una econom�a de mercado, los per�odos sostenidos de inflaci�n generan un aumento en la inflaci�n esperada que se sustenta en los salarios y otros pagos establecidos por contrato. En el marco de incrementos continuos de los salarios nominales, las pol�ticas monetarias y fiscales restrictivas inciden en especial el producto y el desempleo y tienen poco efecto sobre la inflaci�n. La teor�a de las expectativas racionales refut� la base te�rica estructuralista respecto del papel del estado en la utilizaci�n de la pol�tica fiscal y la pol�tica monetaria para el desarrollo econ�mico. La crisis de la deuda latinoamericana comenz� en 1982 cuando los mercados financieros internacionales comprendieron que el colapso del sistema Bretton Woods hab�a dejado a algunos pa�ses con acceso ilimitado a capital extranjero en una situaci�n en que no pod�an pagar sus pr�stamos. La crisis se precipit� por diversas perturbaciones ex�genas interrelacionadas que derribaron las econom�as de M�xico y varias otras de Am�rica Latina que ya estaban sobrecargadas con un porcentaje considerable de la deuda mundial pendiente (Cardoso y Helwege, 1995). Ello impuls� a varias instituciones de cr�dito multilaterales y prestadores bilaterales, especialmente Estados Unidos, a instar por un conjunto integral de reformas a las econom�as latinoamericanas y a recomendar un conjunto de pol�ticas de libre mercado que segu�an los patrones de la macroeconom�a de expectativas racionales, conocida posteriormente como Consenso de Washington (Williamson, 1990). Finalmente, el colapso de las econom�as socialistas en la �ltima mitad de los a�os ochenta, que llev� a Francis Fukuyama a proclamar "el fin de la Historia", parec�a indicar la victoria total de la econom�a de libre mercado por sobre los defensores de las intervenciones del estado estructuralista y de los sistemas econ�micos de planificaci�n centralizada. La mayor parte de los economistas pertenecientes a la corriente prevalente explic� en ese momento que la intervenci�n del gobierno en la econom�a estaba destinada al fracaso debido a la inevitable distorsi�n en la asignaci�n de los recursos, la oferta y los precios y a la ausencia de un sistema de incentivos viables para los agentes econ�micos. Interpretaron el colapso econ�mico en Europa central y oriental y la ex Uni�n Sovi�tica y el estancamiento y frecuentes crisis en Am�rica Latina y otros pa�ses en desarrollo como prueba de que el estado nunca deb�a tratar de desempe�ar un papel activo en iniciar la industrializaci�n. Estos puntos de vista alentaron la sensaci�n de triunfo del enfoque de libre mercado y centraron el pensamiento del desarrollo en las pol�ticas del Consenso de Washington. Aunque el Consenso de Washington originalmente se present� como "un resumen de lo que la mayor�a de la gente en Washington consideraba que Am�rica Latina (no todos los pa�ses) deb�a emprender en 1989 (no en todo momento)", r�pidamente se percibi� como "un conjunto de pol�ticas neoliberales que las instituciones financieras internacionales con sede en Washington hab�an impuesto sobre pa�ses desventurados y que hab�an conducido a la crisis y la miseria" (Williamson, 2002). En la pr�ctica, promov�a la liberalizaci�n econ�mica, la privatizaci�n y la puesta en marcha de rigurosos programas de estabilizaci�n. En t�rminos de generaci�n de 9 crecimiento y de empleo, los resultados de estas pol�ticas fueron en el mejor de los casos discutibles (Easterly, Loayza y Montiel, 1996; Easterly, 2001). Hacia fines de los a�os ochenta y en forma paralela con el rechazo del estructuralismo y el predominio del enfoque del libre mercado, la comunidad de estudiosos de la econom�a del desarrollo estaba presenciando el t�rmino de una era dominada por las regresiones entre los pa�ses que intentaban identificar los factores que determinaban el crecimiento. Ese enfoque hab�a sido el de concentrarse en los efectos independientes y marginales de una multitud de determinantes del crecimiento, lo que condujo a una linearizaci�n de complejos modelos te�ricos. No obstante, la visi�n general era que tales determinantes interactuaban entre s�. Para tener �xito, algunas reformas de pol�tica deb�an aplicarse junto con otras reformas. Exist�a la percepci�n generalizada de que las recomendaciones normativas que surg�an de dichas regresiones no produc�an resultados tangibles. Una perspectiva alternativa a las no linearidades fue el Diagn�stico de Crecimiento o enfoque de �rbol de Decisi�n propuesto por Hausmann, Rodrik, Velasco (2005). Reconoc�a el papel central del cambio estructural en el desarrollo econ�mico y sosten�a que el crecimiento se ve sometido a "restricciones vinculantes" en cada pa�s. Esto significa que el no abordar una restricci�n vinculante en un �rea fundamental de la pol�tica impide el crecimiento incluso si las reformas son satisfactorias en otras �reas. Estos autores sugirieron que estas restricciones pueden variar en el tiempo y entre los pa�ses. Concluyeron que la identificaci�n de la restricci�n vinculante era por ende fundamental en la pr�ctica. Este marco destac� en forma pragm�tica la escasa capacidad de los gobiernos para reformarlo todo y subray� la necesidad de priorizar las reformas. Esto se debe realizar a trav�s de la informaci�n que revelan los precios sombra. La discrepancia en el comportamiento del crecimiento entre los pa�ses desarrollados y los en v�as de desarrollo, a pesar de las predicciones de convergencia por parte de la teor�a econ�mica general, ha causado controversia. Algunos han concluido que las recomendaciones en materia de de pol�ticas p�blicas y/o expectativas acerca de su efectividad estaban erradas. Otros han notado que los investigadores del crecimiento han prestado escasa atenci�n a la heterogeneidad (las caracter�sticas espec�ficas de cada pa�s). La sugerencia de que la distribuci�n entre los pa�ses puede ser multimodal (con la existencia de "clubes de convergencia") no resolvi� el debate sobre las nuevas orientaciones espec�ficas que se necesitan para el estudio del crecimiento. En su lugar, muchas preguntas b�sicas han regresado a la agenda: �Los economistas del desarrollo est�n buscando los determinantes del crecimiento en el lugar equivocado? �Deber�an concentrarse en las instituciones [los resultados institucionales], en lugar de o adem�s de las pol�ticas? Y, bajo el supuesto de que no est�n reflejando otros factores, �c�mo se pueden generar buenos resultados institucionales? Estas preguntas sin respuesta estuvieron en la agenda por un largo per�odo. Comenzando en los a�os ochenta, muchos economistas del desarrollo intentaron comprender mejor la causalidad de las relaciones y los diversos canales de transmisi�n a trav�s de los cuales las pol�ticas, cambios institucionales o ayuda externa afectan el crecimiento. Tambi�n fue un justificativo para concentrar m�s la investigaci�n del crecimiento en los asuntos del comportamiento micro al nivel de hogares y empresas, con dos objetivos: (i) tener en cuenta la heterogeneidad en la econom�a (en y entre los pa�ses); y adem�s, (ii) investigar los efectos de las restricciones al crecimiento a nivel micro. Al aumentar la decepci�n y desilusi�n con la eficacia de la ayuda, se inici� la b�squeda de una rigurosa evaluaci�n del efecto de los proyectos y programas de desarrollo. �sta gener� un nuevo enfoque frente al desarrollo encabezado por economistas del MIT Poverty Lab, cuyo objetivo es 10 "reducir la pobreza asegurando que las pol�ticas se basen en evidencia cient�fica" a trav�s de la utilizaci�n de pruebas de control aleatorio (RCT) o experimentos sociales. Aunque estas pruebas son buenas herramientas para comprender la eficacia de algunos proyectos espec�ficos a nivel micro, muy a menudo no parten de una evaluaci�n estrat�gica clara de c�mo un m�todo en particular se ajustar� a las brechas de conocimiento de m�xima prioridad (Ravallion, 2009a). Con bastante frecuencia, la investigaci�n intenta detectar los problemas que est�n "a la luz". Sin embargo, los resultados positivos para la formulaci�n de pol�ticas corresponden muchas m�s veces a subproductos de estudios que a su objetivo inicial. Por cierto, los recientes estudios microemp�ricos pueden haber aclarado algunos problemas importantes, como el efecto del clima de inversi�n en el desempe�o de las empresas (Banco Mundial, 2005a) o del comportamiento de los hogares en la productividad (Rosenzweig y Wolpin, 1985). Sin embargo, "existe el riesgo de que el grueso de la investigaci�n actual en la econom�a del desarrollo est� excesivamente concentrada y/o sea poco generalizada para servir de mucha ayuda en la lucha contra la pobreza y para facilitar el cambio estructural y el crecimiento sostenido" (Ravallion, 2009b). Aunque en el �ltimo medio siglo la cr�nica del desarrollo econ�mico con frecuencia ha sido de decepciones, tambi�n existen algunas pocas historias de �xito que ameritan un mayor escrutinio. El contraste de las estrategias y el desempe�o econ�mico entre los pa�ses asi�ticos �desde los a�os cincuenta hasta los setenta y durante la transici�n de los a�os ochenta y noventa- ha sido fascinante para los economistas. Por una parte, los pa�ses de Am�rica Latina, �frica, Europa oriental y Asia que siguieron las teor�as estructuralistas dominantes en la formulaci�n de sus pol�ticas muchas veces no consiguieron cambiar sus estructuras econ�micas y reducir la brecha entre ellos y los pa�ses industriales. Las pol�ticas de sustituci�n de las importaciones que ten�an como objetivo promover la industrializaci�n protegiendo los productores nacionales de la competencia de las importaciones se convirtieron en la fuente de elevados aranceles, cuotas o restricciones al comercio exterior y de distorsiones, sistema de captura de rentas e ineficiencias econ�micas. Por otra parte, las econom�as de reciente industrializaci�n, como Jap�n y los cuatro dragones de Asia oriental (Corea, Singapur, Taiw�n, Hong-Kong), adoptaron estrategias orientadas a las exportaciones en lugar de una estrategia de sustituci�n de las importaciones. Partiendo de una reducida base agraria, fueron capaces de ascender r�pidamente en la escala industrial y ya hacia los a�os ochenta lograron converger con la estructura y el nivel de ingreso de pa�ses industrializados avanzados. De igual manera, partiendo de una econom�a aislacionista administrada por el estado, China, Vietnam y Mauricio lograron crecer de manera r�pida y sostenida al adoptar un enfoque de transici�n gradual hacia una econom�a de mercado en los a�os ochenta y noventa, en lugar de adoptar la "terapia de shock" recomendada en el marco del Consenso de Washington de libre mercado y seguida por los pa�ses en v�as de desarrollo de Europa oriental, la ex Uni�n Sovi�tica y muchos otros pa�ses en desarrollo. En todos estos casos de �xito, el mercado fue el mecanismo fundamental para la asignaci�n de los recursos seg�n predicaban el laissez faire, las teor�as de las expectativas racionales y el Consenso de Washington. Con todo, el estado tambi�n desempe�� un papel activo en el proceso de transici�n y desarrollo, como lo hab�an vislumbrado las teor�as keynesianas y el enfoque estructuralista frente al desarrollo. 11 3. UN ENFOQUE NEOCL�SICO FRENTE A LA ESTRUCTURA Y EL CAMBIO Ha llegado el momento de volver a revisar el estado de la econom�a del desarrollo, para aprender de las experiencias del pasado y del conocimiento previo y ofrecer un nuevo pensamiento y un nuevo marco. Recogiendo las ense�anzas de la experiencia pasada y de las teor�as econ�micas, esta secci�n presenta los principios fundamentales de una nueva econom�a estructural, que es un enfoque neocl�sico respecto de las estructuras y sus din�micas en el proceso del desarrollo econ�mico15. A. Principios fundamentales y marco conceptual b�sico El punto de partida para el an�lisis del desarrollo econ�mico es la dotaci�n de recursos de una econom�a, que son sus acervos dados en cualquier momento espec�fico y que son modificables en el tiempo. Siguiendo la tradici�n de la econom�a cl�sica, los economistas suelen considerar que la dotaci�n de recursos de un determinado pa�s consta s�lo de su tierra (o recursos naturales), trabajo y capital (tanto f�sico como humano). De hecho, �sta es la dotaci�n de factores que las empresas de una econom�a pueden utilizar en la producci�n16. En t�rminos conceptuales, es �til agregar la infraestructura como un componente m�s en la dotaci�n de recursos de una econom�a17. La infraestructura consta de la infraestructura f�sica (o tangible) y la infraestructura no f�sica (o intangible). Ejemplos de infraestructura f�sica son las carreteras, instalaciones portuarias, aeropuertos, sistemas de telecomunicaciones, redes el�ctricas y otras empresas de servicios p�blicos. La infraestructura no f�sica comprende las instituciones, normativas, capital social, sistemas de valores y otras disposiciones sociales y econ�micas. La infraestructura es cr�tica para la viabilidad de las empresas nacionales, ya que afecta sus costos de transacci�n y la tasa marginal de rentabilidad de la inversi�n. La mayor parte de la infraestructura f�sica, y pr�cticamente toda la infraestructura no f�sica, es proporcionada de manera ex�gena a cada una de las empresas y �stas no pueden internalizarla en sus decisiones de producci�n. Por cierto, Adam Smith analiz� tanto la dotaci�n de factores como la dotaci�n de infraestructura (obras civiles e instituciones en el Libro V de su Riqueza de las Naciones). Sin embargo, los 15 Me referir� a las primeras contribuciones realizadas por economistas estructuralistas como Prebisch (1950) y Furtado (1964, 1970) y a las recientes contribuciones de economistas estructuralistas como Taylor (1983, 1991, 2004) y Justman y Ben Gurion (1991) como antigua econom�a estructural. Ellos consideran que el enfoque neocl�sico del an�lisis econ�mico no es aplicable a pa�ses en desarrollo que tienen una rigidez estructural causada por la distribuci�n del poder pol�tico, se�ales de precios distorsionadas debido al monopolio, una respuesta perversa del trabajo a las se�ales de precios o la inmovilidad de los factores. La nueva econom�a estructural supone que las diferencias en la estructura entre los pa�ses desarrollados y en v�as de desarrollo surgen de diferencias en las estructuras de su dotaci�n de recursos. Sin embargo, un pa�s en desarrollo puede cambiar su estructura industrial y econ�mica si cambia la estructura de su dotaci�n de recursos. En la Secci�n 4 se presenta un an�lisis adicional. 16 En el an�lisis de un proceso de desarrollo din�mico a largo plazo, es conveniente comenzar desde un par�metro que sea conocido, fundamental y modificable. Si el par�metro no es est� dado en un momento espec�fico, no puede servir de punto de partida para el an�lisis; si no es fundamental, los resultados del an�lisis ser�n triviales; y si no es modificable, el an�lisis no proporcionar� un conocimiento �til para facilitar los cambios deseables en la econom�a. La dotaci�n de factores tiene estas tres propiedades. De hecho, la dotaci�n total de factores de una econom�a determina el presupuesto total de la econom�a en un momento determinado y su estructura determina los precios relativos de los factores de la econom�a en ese momento determinado. El presupuesto total y los precios relativos son dos de los par�metros m�s importantes del an�lisis econ�mico. La dotaci�n de factores y la estructura de la dotaci�n de factores de una econom�a pueden cambiarse mediante el crecimiento de la poblaci�n y la acumulaci�n de capital en la econom�a. 17 La diferencia entre los factores de producci�n y la infraestructura es que la oferta y la demanda de los primeros est�n determinadas por cada uno de los hogares y de las empresas, mientras que la segunda es suministrada por la comunidad o por los gobiernos en una forma que no puede ser internalizada en las decisiones de cada uno de estos hogares o empresas, dado que precisan de acciones colectivas. 12 economistas posteriores frecuentemente negaron el rol de la infraestructura. Por ejemplo, no existe un an�lisis sobre la infraestructura en los Principios de la Econom�a de Alfred Marshall. Los pa�ses que se encuentran en etapas distintas del desarrollo tienden a tener diferentes estructuras econ�micas debido a las diferencias en sus recursos. Las dotaciones de factores de los pa�ses que est�n en las etapas iniciales de desarrollo suelen caracterizarse por la escasez relativa de capital y la abundancia relativa de mano de obra o recursos naturales. Sus actividades de producci�n habitualmente tienen gran intensidad de mano de obra o utilizan un alto coeficiente de recursos (y ocurren en su mayor�a en la agricultura de subsistencia, la cr�a de animales, la pesca y el sector minero), dependen de tecnolog�as maduras y convencionales y elaboran productos "maduros" y "bien establecidos". Con la excepci�n de la miner�a y las plantaciones, su producci�n tiene pocas econom�as de escala. El tama�o de sus empresas suele ser relativamente peque�o y sus transacciones de mercado son a menudo informales y limitadas a los mercados locales con gente conocida. La infraestructura f�sica y no f�sica necesaria para permitir ese tipo de producci�n y transacciones de mercado es limitada y relativamente simple y rudimentaria. En los pa�ses en desarrollo con abundante mano de obra no calificada y recursos naturales, pero con escaso capital humano y f�sico, s�lo las industrias con un alto coeficiente de mano de obra e intensivas en recursos naturales tendr�n ventajas comparativas en los mercados abiertos y competitivos (Heckscher y Ohlin, 1991; Lin, 2003). En el otro extremo del espectro de desarrollo, los pa�ses de altos ingresos exhiben una estructura de recursos completamente diferente. Debido a que son industrializados, el factor relativamente abundante en sus recursos suele ser el capital, no los recursos naturales ni la mano de obra. En general, tienen ventajas comparativas en industrias con alto coeficiente de capital y econom�as de escalas en la producci�n. Ubicadas a la vanguardia tecnol�gica e industrial mundial, estas econom�as conf�an en la destrucci�n creativa o en la invenci�n de nuevas tecnolog�as y productos para alcanzar la innovaci�n tecnol�gica y la modernizaci�n industrial (Schumpeter, 1942; Aghion y Howitt, 1992). Cada una de las empresas comprometidas en el proceso de modernizaci�n necesita emprender actividades de investigaci�n y desarrollo riesgosas que generan conocimiento p�blico y no rival que beneficia a otras empresas en la econom�a (Jones y Romer, 2009; Rodrik, 2004; Harrison y Rodriguez-Clare, 2009). Por esta raz�n, los gobiernos de los pa�ses desarrollados subsidian las actividades de investigaci�n y desarrollo de las empresas al financiar la investigaci�n b�sica en las universidades, otorgar patentes para nuevas invenciones y ofrecer impuestos preferenciales y adquisiciones para las fuerzas armadas y otras adquisiciones estatales. Por lo tanto, la infraestructura f�sica y no f�sica que requieren estos pa�ses probablemente es bastante diferente de la que necesitan los pa�ses de bajos ingresos. Por ejemplo, las organizaciones financieras m�s adecuadas para sus necesidades son los grandes bancos y los sofisticados mercados de capital que pueden movilizar grandes cantidades de dinero y son capaces de diversificar los riesgos. Demandan diversos tipos de infraestructura f�sica (energ�a, telecomunicaciones, carreteras e instalaciones portuarias, etc.) e infraestructura no f�sica (marcos normativos y legales, sistema de valores culturales, etc.) que deben cumplir con las necesidades de los mercados nacionales y mundiales, donde las transacciones de negocios son de larga distancia, significativas en cantidad y valor y ya no son informales, sino basadas en contratos rigurosamente dise�ados y ejecutados. Para un pa�s en v�as de desarrollo cuya producci�n se ubica en la vanguardia tecnol�gica e industrial mundial, la estructura de su dotaci�n de factores (abundancia relativa de factores) tiende a determinar los precios relativos de sus factores y de la estructura industrial �ptima, lo que a su vez define la distribuci�n del tama�o de las empresas y el nivel y la naturaleza de los riesgos 13 que �stas enfrentan18. Esto se debe al hecho de que la principal fuerza que impulsa el cambio estructural en los tiempos modernos es el cambio en la estructura de los recursos desde una relaci�n capital a mano de obra relativamente baja a una relativamente alta (Lin 2003, 2009b)19. Semejante cambio en la estructura de los recursos aumentar� simult�neamente el presupuesto total de la econom�a y cambiar� los precios relativos de sus factores, que son los dos par�metros m�s importantes para las elecciones de producci�n de las empresas. Lo anterior se puede explicar con un modelo en que el producto agregado de una econom�a se compone de diferentes bienes, cada uno de los cuales se produce con tecnolog�as que difieren en intensidad de capital. Cuando el capital se vuelve m�s abundante y, por lo tanto, relativamente m�s barato, la producci�n �ptima cambia a bienes m�s intensivos en el uso de capital. Al mismo tiempo, los bienes m�s intensivos en el uso de mano de obra son desplazados gradualmente. Este proceso genera una din�mica industrial interminable de forma trapezoidal, el denominado patr�n de desarrollo econ�mico "gansos voladores"20. Adem�s, la estructura financiera evoluciona end�genamente a medida que aumenta la demanda de capital y la necesidad de reasignar el riesgo en la producci�n (Lin, Sun y Jiang, 2009). De manera acorde cambiar�n tambi�n otras estructuras econ�micas y sociales. La producci�n se organiza y opera en cada una de las empresas que necesitan contratar mano de obra, comprar insumos y vender productos fuera de sus fronteras. La infraestructura f�sica, como carreteras, telecomunicaciones, instalaciones portuarias y suministro de energ�a, determinar�n los costos de transacci�n impl�citos en obtener los insumos y vender los productos, como asimismo la amplitud y el tama�o del mercado (que a su vez determina el grado de divisi�n de la mano de obra en la producci�n, como se�alara Smith en 1776). La infraestructura no f�sica tendr� un efecto similar: la normativa financiera, por ejemplo, afectar� la facilidad con la que una empresa puede acceder a financiamiento externo, el marco legal determinar� los costos de suscribir y ejecutar un contrato y las redes sociales definir�n el acceso de la empresa a informaci�n, financiamiento y mercados. Por lo tanto, el acervo de infraestructura determina los costos de transacci�n de las empresas y qu� tan cerca se encontrar� la econom�a de su frontera de posibilidades de producci�n en un momento determinado del tiempo. Aunque las empresas generalmente pueden controlar algunos de sus costos de producci�n, tienen poco espacio para controlar la mayor�a de los principales componentes de sus costos de transacci�n, los que est�n determinados en gran medida por la calidad de la infraestructura f�sica y no f�sica proporcionada en su mayor parte por el estado. El desarrollo econ�mico es un proceso de aumento sostenido en el ingreso per c�pita que requiere la incorporaci�n permanente de nueva y mejor tecnolog�a en las industrias existentes y la modernizaci�n de �stas desde industrias intensivas en el uso de mano de obra (recurso) a nuevas industrias m�s intensivas en el uso de capital; de otro modo, el ingreso per c�pita se estancar�, como lo predijo el modelo de crecimiento neocl�sico de Solow21. Debido a que es un proceso 18 El teorema de la equiparaci�n del precio de los factores en el comercio internacional no ser� valedero en el mundo real debido al costo del transporte, la especializaci�n, la diferencia de tecnolog�as entre los pa�ses y as� sucesivamente. Por lo consiguiente, tanto en una econom�a cerrada como en una abierta, los precios relativos de sus factores son determinados en gran medida por las estructuras de sus dotaciones de factores. 19 Antes de los tiempos modernos, la fuerza motriz que impulsaba los cambios en las estructuras e instituciones era el aumento en la relaci�n mano de obra a tierra (North, 1981). 20 Este patr�n, que Akamatsu (1962) y Chenery (1960) documentaron en la literatura, fue formalizado en Ju, Lin y Wang (2009). 21 La introducci�n permanente de nueva y mejor tecnolog�a en una industria existente es un aspecto importante para el crecimiento econ�mico moderno. La mayor�a de las personas de los pa�ses de ingresos bajos depende de la agricultura para su subsistencia. Mejorar la tecnolog�a agraria es fundamental para incrementar los ingresos de los granjeros y 14 gradual desde el extremo inferior hasta el extremo superior del espectro, los pa�ses se pueden desplazar a muchos niveles intermedios. La dotaci�n de factores, aunque pueden cambiar en el tiempo, debe ser considerada como dada en cualquier momento espec�fico de la econom�a22. Los pa�ses en desarrollo tienen la ventaja de la progresividad y un espectro completo de industrias con diferentes niveles de intensidad de capital a su disposici�n. Para que dichos pa�ses evolucionen de industrias con bajo coeficiente de capital a industrias de alto coeficiente de capital, deben actualizar primero la dotaci�n de sus factores, lo que requiere que su acervo de capital crezca con mayor rapidez que el de su mano de obra (ver Ju, Lin y Wang, 2009). Cuando un pa�s en desarrollo asciende en la escala industrial dentro del proceso de desarrollo econ�mico, tambi�n incrementa su escala de producci�n. Esto obedece a la indivisibilidad de los medios de producci�n. El proceso de modernizaci�n desplaza a su econom�a m�s cerca de su frontera industrial global. Las empresas aumentan de tama�o y necesitan un mercado m�s grande, lo que a su vez requiere los correspondientes cambios en infraestructura. Por ejemplo, el tama�o de las empresas es importante para sus decisiones de financiamiento debido a que existen econom�as de escala en las transacciones financieras. Las empresas peque�as com�nmente movilizan un volumen menor de capital que las grandes empresas y de ese modo se encuentran en desventaja en t�rminos del costo de transacci�n promedio por unidad de capital movilizado. Adem�s, la evidencia emp�rica demuestra que las econom�as de escala difieren con las diferentes fuentes de financiamiento. Las grandes empresas se benefician de algunas econom�as de escala cuando solicitan pr�stamos a los bancos, pero mucho menos que en el caso de financiamiento p�blico mediante acciones o bonos. Las empresas peque�as con frecuencia carecen de documentos financieros est�ndar y un historial financiero m�s extenso, lo cual las hace menos transparentes que las grandes empresas y las deja m�s expuestas a severas asimetr�as de informaci�n, adem�s de inhibir su capacidad de movilizar capital en los mercados financieros. El proceso de modernizaci�n industrial tambi�n aumenta el nivel de riesgo que enfrentan las empresas. A medida que �stas se acercan a su frontera tecnol�gica global, les es cada vez m�s dif�cil obtener tecnolog�a madura de pa�ses m�s avanzados. Necesitan m�s y m�s inventar nuevas tecnolog�as y productos por s� mismas. Para inversionistas que tienen aversi�n al riesgo y que operan en un entorno macroecon�mico determinado, los riesgos idiosincr�sicos de una empresa tiene tres componentes basados en las causas del riesgo: innovaci�n tecnol�gica, innovaci�n de productos y capacidad gerencial. En la primera etapa del desarrollo, las empresas tienden a utilizar tecnolog�as maduras para producir productos maduros para mercados maduros. En esa etapa, la principal fuente de riesgo para los proveedores de fondos es la capacidad gerencial de los propietarios y operadores de la respectiva empresa. En una etapa m�s avanzada de desarrollo, las empresas frecuentemente inventan nuevas tecnolog�as para producir nuevos productos para nuevos mercados. Adem�s de la capacidad gerencial, tales empresas enfrentan riesgos que surgen de la madurez de la tecnolog�a y los mercados. Por lo tanto, mientras que la innovaci�n tecnol�gica, la innovaci�n de productos y reducir la pobreza. Sin embargo, sin una diversificaci�n y modernizaci�n de las actuales industrias a nuevas industrias m�s intensivas en el uso de capital, el margen para el aumento sostenido del ingreso per c�pita ser� limitado. Por lo tanto, el an�lisis de este documento se concentrar� m�s medida en la modernizaci�n industrial que en la innovaci�n tecnol�gica. 22 La movilidad transfronteriza de la mano de obra a�n es muy limitada en el mundo y de hecho, el capital financiero tiene mayor movilidad que �sta. No obstante, debido a las limitaciones en el acervo de infraestructura, las grandes afluencias de capital a los sectores industriales de los pa�ses en desarrollo probablemente tendr�n una rentabilidad reducida. Estas afluencias probablemente no ser�n lo suficientemente cuantiosas para modificar la naturaleza de la relativa escasez de capital en los pa�ses en v�as de desarrollo. Por lo tanto, pese a la globalizaci�n de los mercados de factores, la dotaci�n de factores en cualquier pa�s en desarrollo puede ser considerada como dada en cualquier momento. 15 la capacidad gerencial contribuyen al nivel general del riesgo asociado a las empresas, su importancia relativa var�a significativamente entre una industria y otra y entre una etapa del desarrollo econ�mico y otra. Esto tiene consecuencias importantes para la eficiencia de las instituciones financieras alternativas en la reducci�n de la asimetr�a de informaci�n y los riesgos compartidos (Lin, Sun y Jiang, 2009). Con los cambios en el tama�o de las empresas, el alcance del mercado y la naturaleza del riesgo a lo largo de la modernizaci�n de la estructura industrial, tambi�n cambian las necesidades de servicios de infraestructura, tanto f�sica como no f�sica. Si no se perfecciona simult�neamente la infraestructura, el proceso de modernizaci�n tan s�lo en diversas industrias puede enfrentar el problema de la "ineficiencia-x", un fen�meno analizado por Leibenstein (1957). Debido a que la estructura industrial de una econom�a en un momento determinado del tiempo es end�gena respecto de su abundancia relativa de mano de obra, capital y recursos naturales en ese momento, la velocidad del proceso de modernizaci�n y desarrollo industrial depende de la velocidad de la modernizaci�n de su dotaci�n de factores, como asimismo del necesario mejoramiento correspondiente de la infraestructura. En cada etapa espec�fica de desarrollo, la estructura de producci�n ser� diferente, al igual que la infraestructura financiera, legal y de cualquier otra naturaleza. Con la acumulaci�n de capital o el crecimiento demogr�fico, la dotaci�n de factores de la econom�a cambiar� y obligar� a su estructura industrial a desviarse del grado �ptimo determinado por su nivel anterior. El cambio requerir� de nuevos tipos de servicios de infraestructura para facilitar la producci�n y las transacciones de mercado y permitir que la econom�a alcance la frontera de sus posibilidades de producci�n. Para mantener el grado �ptimo, la estructura industrial y la infraestructura deber�n modernizarse. Cuando las empresas optan por incursionar en la industria y adoptar tecnolog�as que son coherentes con la ventaja comparativa determinada por la dotaci�n de factores del pa�s, la econom�a logra su m�xima competitividad23. En la medida en que las industrias y las empresas crecen, exigen una mayor participaci�n de mercado y crean el mayor super�vit econ�mico posible en la forma de utilidades y salarios. De igual manera, los super�vit reinvertidos obtienen las rentabilidades m�s altas factibles, debido a que la estructura industrial es �ptima para esa estructura de dotaci�n de recursos. Con el tiempo, esta estrategia permite que la econom�a acumule capital f�sico y humano, modernice la estructura de dotaci�n de factores y la estructura industrial y logre que las empresas locales sean m�s competitivas en el tiempo con productos m�s intensivos en el uso de capital y destrezas24. 23 Porter (1990) populariz� el t�rmino `ventaja competitiva'. De acuerdo con �l, una naci�n tendr� una ventaja competitiva en la econom�a global si sus industrias cumplen con las siguientes cuatro condiciones: 1, utilizan en forma intensiva los factores de producci�n abundantes y relativamente baratos de la naci�n; 2, sus productos tienen grandes mercados internos; 3, cada industria conforma una agrupaci�n, y 4, el mercado interno de cada industria es competitivo. En efecto, la primera condici�n significa que las industrias deber�an constituir la ventaja comparativa de la econom�a determinada por las dotaciones de recursos de la naci�n. La tercera y cuarta condici�n son valederas s�lo si las industrias son compatibles con la ventaja competitiva de la naci�n. Por lo tanto, las cuatro condiciones pueden reducirse a dos condiciones independientes: la ventaja comparativa y el tama�o del mercado interno. Entre esas dos condiciones independientes, la ventaja comparativa es la m�s importante, porque si una industria est� en conformidad con la ventaja comparativa de un pa�s, el producto de la industria tendr� un mercado global. Es por esta raz�n que muchos de los pa�ses m�s ricos del mundo son muy peque�os (Lin y Ren, 2007). 24 La proposici�n de que los pa�ses necesitan especializarse en industrias compatibles con su ventaja comparativa en cada etapa de su desarrollo es similar a aquella que dice que los pa�ses necesitan contar con mercados libres y competitivos y tan s�lo entrega un marco te�rico para organizar una econom�a en forma eficiente. No obstante, al igual que ning�n pa�s tendr� mercados libres y competitivos en el sentido perfecto en el mundo, ning�n pa�s seguir� su ventaja comparativa en forma perfecta, especialmente dado el hecho de que cambia en el tiempo y el cambio industrial no es instant�neo. Sabemos, sin embargo, que una desviaci�n muy significativa del libre mercado probablemente reducir� la eficiencia econ�mica. Asimismo, que una gran desviaci�n respecto de la ventaja comparativa de un pa�s 16 Para que las empresas ingresen espont�neamente en la industria y opten por tecnolog�as coherentes con la ventaja comparativa de la econom�a, el sistema de precios debe reflejar la escasez relativa de los factores en la dotaci�n de recursos del pa�s. Esto s�lo sucede en una econom�a con mercados competitivos (Lin, 2009a; Lin y Chang, 2009). Por lo tanto, un mercado competitivo debe ser el mecanismo fundamental de la econom�a para la asignaci�n de recursos en cada etapa de su desarrollo. El tipo de enfoque orientado a la ventaja comparativa en el desarrollo econ�mico puede parecer lento y frustrante en pa�ses con importantes problemas de pobreza. Sin embargo, es la manera m�s r�pida de acumular capital y modernizar la estructura de la dotaci�n de recursos, y la modernizaci�n de la estructura industrial puede acelerarse recurriendo a la disponibilidad de tecnolog�a e industrias ya desarrolladas y existentes en pa�ses m�s avanzados. En cada etapa de su desarrollo, las empresas de los pa�ses en desarrollo pueden adquirir las tecnolog�as (e ingresar en las industrias) que son adecuadas para la estructura de su dotaci�n de recursos, en lugar de tener que reinventar la rueda (Krugman, 1979; Gerschenkron, 1962). Esta posibilidad de utilizar tecnolog�as en existencia e ingresar en industrias que ya operan es lo que ha permitido a algunas de las recientemente industrializadas econom�as de Asia oriental a tener tasas de crecimiento anuales del PIB del 8% e incluso 10%. Cuando un pa�s asciende en la escala industrial y tecnol�gica, se producen muchos otros cambios: la tecnolog�a utilizada por sus empresas se vuelve m�s sofisticada, aumentan las exigencias de capital, al igual que la escala de producci�n y el tama�o de los mercados. Las transacciones de mercado se producen cada vez m�s en condiciones de igualdad. Por lo tanto, un proceso de modernizaci�n industrial y tecnol�gico flexible y fluido requiere mejoras simult�neas en las instituciones educacionales, financieras y legislativas, y en la infraestructura f�sica, de modo que las empresas en las recientemente modernizadas industrias puedan producir suficientes cantidades para alcanzar econom�as de escala y convertirse en los productores de menor costo (Harrison y Rodriguez-Clare, 2009). Obviamente, cada una de las empresas no puede internalizar todos estos cambios de una forma rentable y frecuentemente es imposible que se produzca una coordinaci�n espont�nea entre muchas empresas para responder a estos nuevos retos. Un cambio en infraestructura necesita una acci�n colectiva o al menos coordinaci�n entre el proveedor de servicios de infraestructura y las empresas industriales. Por esta raz�n, corresponde al gobierno introducir tales cambios o coordinarlos en forma proactiva25. Con la modernizaci�n en la dotaci�n de factores y la estructura industrial, es necesario que en paralelo mejore la infraestructura para que la econom�a pueda producir bienes al menor costo. Este no es un proceso f�cil de dise�ar y poner en acci�n. Los gobiernos frecuentemente no desempe�an bien su papel en la provisi�n, coordinaci�n y mejora de la infraestructura. En tales situaciones, la infraestructura se convierte en una limitante para el desarrollo econ�mico. De hecho, el crecimiento econ�mico tiende a dejar obsoletos los sistemas institucionales existentes, probablemente originar� distorsiones, reducir� la tasa de crecimiento, incrementar� la inestabilidad a nivel macro y empeorar� la distribuci�n del ingreso. Para conocer pruebas emp�ricas sobre el efecto de la desviaci�n respecto de la ventaja comparativa, ver Lin (2009a). 25 Cabe observar que �ste es un argumento diferente al de la funci�n coordinadora propuesta con frecuencia en el pasado para los gobiernos de los pa�ses en desarrollo. Esa l�nea argumental del "gran impulso" subrayaba la idea de que si la viabilidad potencial de cada empresa depende de los insumos de otra empresa que a�n no existe, no podr�a surgir ninguna de las posibles empresas. En ese caso, en t�rminos te�ricos, el gobierno puede llevar la econom�a a un equilibrio de mayor bienestar con un gran impulso que permite el surgimiento simult�neo de empresas de materias primas y empresas procesadoras de �stas (ver Rosenstein-Rodan, 1961; Murphy, Shleifer y Vishny, 1989). No obstante, las cambiantes condiciones mundiales han logrado que el argumento del gran impulso sea menos convincente. La disminuci�n en los costos del transporte y la informaci�n en las �ltimas d�cadas ha permitido la creaci�n de redes de producci�n globales en los que muchos pa�ses, incluidos los desarrollados y los en v�as de desarrollo, elaboran s�lo determinadas partes de un producto final en conformidad con la ventaja comparativa de cada naci�n. 17 dado que induce constantes cambios en la demanda por servicios institucionales y estos servicios son por naturaleza bienes p�blicos. Los cambios en las instituciones requieren de acci�n colectiva, que con frecuencia no se logra debido a que se topan con el problema de los beneficiarios par�sitos (Lin, 1989). Por lo tanto, los gobiernos necesitan desempe�ar un papel proactivo en el proceso de desarrollo econ�mico y as� facilitar oportunamente las mejoras en infraestructura f�sica y no f�sica para satisfacer las cambiantes necesidades que surgen de la modernizaci�n industrial. B. Estrategia de salida de las distorsiones Una vez esbozadas las funciones de un estado facilitador, es importante recalcar que los gobiernos de los pa�ses en v�as de desarrollo pueden intervenir muy poco o demasiado y terminar originando m�s distorsiones e ineficiencias; este fue el caso incluso en Asia oriental (Noland y Pack, 2003). En el an�lisis del rol del estado, es primordial no s�lo centrarse en c�mo dise�ar pol�ticas para facilitar la modernizaci�n industrial, sino tambi�n en c�mo eliminar las distorsiones ya presentes. Los gobiernos con frecuencia adoptan y ponen en pr�ctica pol�ticas que reflejan el pensamiento social imperante debido a que �stas son el resultado de la evoluci�n pol�tica o de las tendencias intelectuales dominantes (Lin, 2009a). Luego de la Revoluci�n Industrial en el siglo XVIII, la industria pesada fue el eje central de los poderes industrializados en Occidente. China, por ejemplo, hab�a sido derrotada repetidas veces y se hab�a convertido en una cuasicolonia, en el que partes de su territorio se rindieron ante Gran Breta�a, Jap�n y Rusia. Por lo tanto, era comprensible que Mao Zedong declarara en 1945 que "sin el establecimiento de una industria pesada en China, no puede haber una s�lida defensa nacional, bienestar para la gente, prosperidad y fortaleza para la naci�n". Argumentos similares se expresaron en otros lugares del mundo en desarrollo despu�s de la Segunda Guerra Mundial. El l�der indio Jawaharlal Nehru se�al� en 1946: "Ning�n pa�s puede ser independiente en el aspecto pol�tico y econ�mico, incluso dentro del marco de interdependencia internacional, a menos que sea altamente industrializado y haya desarrollado al m�ximo sus recursos energ�ticos". En los a�os cincuenta y sesenta, esta misma l�nea de pensamiento nutri� la b�squeda de libertad en �frica al Sur del Sahara, Oriente Medio y Am�rica Latina (ver Frankel, 1953; Prebisch, 1959; Furtado, 1970; Monga, 2006). A diferencia de los pa�ses industrializados, estas naciones en desarrollo ten�an elevados niveles de pobreza, altas tasas de natalidad y mortalidad, bajos niveles de instrucci�n promedio y muy poca infraestructura. Adem�s, estaban fuertemente especializadas en la producci�n y exportaci�n de productos primarios e importaban la mayor parte de sus bienes manufacturados. De este modo, para sus pol�ticas era indispensable hacer crecer sus econom�as a fin de lograr un r�pido despegue econ�mico y erradicar la pobreza. El crecimiento econ�mico a trav�s del desarrollo de industrias avanzadas intensivas en el uso de capital (la base del poder militar) era considerado por muchos l�deres como el mejor camino para alcanzar dicho objetivo. En efecto, los pa�ses de Europa occidental buscaban exactamente los mismos objetivos en el siglo XIX en vista del contraste entre el creciente poder industrial del Reino Unido y el retraso de sus propias econom�as predominantemente agrarias (Gerschenkron, 1962)26. 26 Como se observ� anteriormente, la diferencia es que la brecha entre Europa occidental y el Reino Unido era menor en el siglo XIX que la brecha entre los pa�ses en desarrollo y los poderes industriales avanzados en el siglo XX. 18 Las medidas estatales respecto del manejo de la pol�tica econ�mica pueden fracasar cuando est�n sometidas a la influencia del pensamiento predominante sobre el desarrollo y/o la pol�tica de grupos de inter�s. A veces no logran sus objetivos porque el gobierno hace muy poco en comparaci�n con lo que deber�a y no proporciona el nivel de ayuda necesario para sustentar el avance en pro de la industrializaci�n. A modo de ejemplo, este fue el caso de Am�rica Latina cuando los estados proporcionaron niveles de infraestructura f�sica inferiores al �ptimo despu�s de la crisis de la deuda (Calder�n y Serven, 2004). Tambi�n ocurre cuando la modernizaci�n industrial, la recopilaci�n y el intercambio de informaci�n o el fomento de nuevas asociaciones de negocios con empresas extranjeras reciben demasiado poco apoyo p�blico. Los gobiernos tambi�n pueden fracasar por perseguir objetivos de modernizaci�n industrial excesivamente ambiciosos o por no lograr identificar lo que es mejor para la econom�a en un momento determinado del tiempo. Un ejemplo destacado es la estrategia de sustituci�n de las importaciones adoptada por la mayor�a de los pa�ses en v�as de desarrollo despu�s de la Segunda Guerra Mundial. En su primera etapa, permiti� el desarrollo de industrias livianas intensivas en el uso de mano de obra y tuvo un significativo �xito (Ranis y Mahmood, 1992). Sin embargo, en etapas posteriores, esa estrategia intent� desarrollar industrias intensivas en el uso de capital que a menudo no concordaban con la ventaja comparativa de los pa�ses. Como resultado, las empresas que operaban en dichas industrias no eran viables en mercados abiertos y competitivos. Lo anterior impuls� a los gobiernos que aplicaban las estrategias de sustituci�n de las importaciones a introducir diversas distorsiones en los precios de los factores (como la contenci�n de las tasas de inter�s y la sobrevaluaci�n de las monedas locales) para reducir los costos de inversi�n y de las importaciones de tecnolog�as y equipos para las empresas no viables en las industrias objetivo. Estas distorsiones generalmente generaron una demanda excesiva para aquellos factores cuyos precios eran contenidos. Entonces, los gobiernos ten�an que recurrir a la planificaci�n centralizada y otras medidas administrativas para garantizar la asignaci�n de esos factores a las empresas no viables en las industrias prioritarias. Finalmente, �stas con frecuencia eran nacionalizadas para minimizar los incentivos de los gerentes para exigir m�s subsidios o para reasignar los insumos de bajo precio a otros sectores a fin de realizar operaciones de arbitraje (Lin y Li, 2009). Es posible que no funcione la "terapia de shock" propugnada en el marco del Consenso de Washington que suger�a la ejecuci�n simult�nea e inmediata de un conjunto de pol�ticas de estabilizaci�n, liberalizaci�n y privatizaci�n. Para poder eliminar con �xito las distorsiones, es necesario comprender claramente la condici�n �ptima (que puede ser diferente en las distintas etapas de desarrollo) y aplicar un enfoque pragm�tico para avanzar a dicha etapa. Ya que la estructura industrial de los pa�ses en desarrollo difiere de aquella de los pa�ses industrializados, las necesidades financieras, legales y otras relacionadas con la infraestructura probablemente tambi�n sean diferentes27. Por lo tanto, el objetivo correcto para la transici�n de una etapa a otra debe ser realista y compatible con el nivel de desarrollo. Adem�s, los pa�ses en desarrollo por lo general enfrentan muchos tipos de distorsiones compuestas, ya que una intervenci�n inapropiada causa una segunda ronda de distorsiones, la que por s� misma genera una tercera ronda de �stas, y as� sucesivamente. Aunque la estrategia adoptada por las naciones en desarrollo en el per�odo posterior a la Segunda Guerra Mundial parece ser similar a la de Europa occidental en el siglo XIX, los resultados fueron completamente diferentes. 27 Un ejemplo es el intento por desarrollar mercados burs�tiles modernos en muchos pa�ses de ingreso bajo donde el marco financiero apropiado estar�a constituido m�s bien por peque�os bancos locales (Lin, Sun y Jiang, 2009). 19 Esta espiral negativa las ubica, digamos, en la en�sima mejor situaci�n. La terapia de shock puede no ser efectiva desde la perspectiva del en�simo mejor escenario. El ejemplo de la reunificaci�n alemana ilustra el argumento: a pesar de la gran cantidad de subsidios que se recibieron de Alemania occidental, la terapia de shock fue muy lenta en producir buenos resultados y finalmente no funcion� bien (Hunt, 2008). �Cu�l es el rol del estado para facilitar las reformas y permitir que la transici�n econ�mica vuelva a su situaci�n �ptima libre de distorsiones? Es una pregunta importante que a�n es la que menos se estudia en las �reas de la econom�a. La respuesta breve es que es deseable adoptar una salida gradual y pragm�tica que proporcione protecci�n transitoria a los antiguos sectores prioritarios con el objeto de mantener la estabilidad y que liberalice a sectores compatibles con las ventajas comparativas de la econom�a de modo de lograr simult�neamente cierto dinamismo. Este enfoque se adopt� en China, Vietnam, Mauricio y otras econom�as exitosas durante su proceso de transici�n. La raz�n para escoger un enfoque gradualista es que las distorsiones est�n dise�adas para proteger las empresas no viables en los antiguos sectores prioritarios. A menos que se adopten algunas medidas para fortalecer la viabilidad de esas empresas o que los sectores reci�n liberalizados puedan crear suficientes empleos para absorber los antiguos sectores prioritarios, la eliminaci�n de las medidas proteccionistas existentes puede causar el colapso de esas empresas y generar serios problemas econ�micos y sociales. Para evitar esa consecuencia, los dirigentes pol�ticos a menudo se ven tentados a adoptar otras medidas proteccionistas para las ya no viables empresas en los antiguos sectores prioritarios, lo que empeora la situaci�n en t�rminos de eficiencia econ�mica (Lin, 2009a). Por lo tanto, es importante estudiar (tanto en forma te�rica como emp�rica) la generalizaci�n del enfoque gradual y pragm�tico seguido por econom�as en transici�n que tuvieron resultados favorables. Resumiendo, la nueva econom�a estructural sugerida en este documento se sustenta en tres proposiciones clave. Primero, las estructuras econ�micas �ptimas son diferentes en las diversas etapas del desarrollo. Esto es valedero para las estructuras industriales, tecnol�gicas, financieras, legales y otras de un pa�s. Segundo, el desarrollo econ�mico es un proceso continuo y no se puede dividir en "etapas" r�gidas o espec�ficas, como sugiri� Rostow (1990b). Y, ciertamente, no es una dicotom�a entre dos grupos (pa�ses de "bajos ingresos" versus pa�ses de "altos ingresos") como se supone en forma tradicional en la literatura econ�mica. En efecto, el espectro del desarrollo econ�mico abarca desde una etapa tradicional de agricultura de subsistencia de bajos ingresos hasta diversas etapas industrializadas de ingresos medios y a una etapa moderna de postindustrializaci�n de altos ingresos. Tercero, en cualquier etapa determinada del desarrollo, el mercado es el mecanismo fundamental para la asignaci�n eficiente de recursos, pero el estado necesita desempe�ar un papel proactivo y facilitador en la transici�n de una etapa inferior a otra superior. 4. �QU� ES LO NUEVO EN LA NUEVA ECONOM�A ESTRUCTURAL? Al igual que en cualquier proceso de aprendizaje, la teor�a del desarrollo econ�mico necesariamente es un proceso continuo de fusi�n y descubrimiento, continuidad y reinvenci�n. El conocimiento existente ha sido el resultado de muchas d�cadas de trabajo por parte de pensadores de diferente formaci�n y disciplinas y ha surgido de varias oleadas de investigaci�n te�rica y emp�rica. Por lo tanto, es normal que la nueva econom�a estructural propuesta tenga algunas similitudes y diferencias con ramas anteriores en la literatura de la econom�a del desarrollo. Su 20 principal valor agregado debe ser evaluado en funci�n de las nuevas perspectivas normativas que proporciona y la pertinencia de la agenda de investigaci�n a futuro. A. Similitudes y diferencias con enfoques anteriores En t�rminos de similitudes, tanto la "nueva" como la "antigua" econom�a estructural se basan en las diferencias estructurales entre los pa�ses desarrollados y pa�ses en desarrollo y reconocen el papel activo del estado en favorecer el avance de la econom�a de una etapa inferior del desarrollo a una etapa superior. Sin embargo, existen diferencias profundas entre estos dos enfoques en lo que respecta a sus objetivos y a las modalidades de la intervenci�n del estado. La antigua econom�a estructuralista propugna pol�ticas de desarrollo que no se ajustan a la ventaja comparativa de la econom�a y aconseja a los gobiernos de los pa�ses en desarrollo a formar industrias avanzadas con alto coeficiente de capital a trav�s de medidas administrativas directas y distorsiones de precios. En cambio, la nueva econom�a estructural subraya el papel central del mercado en la asignaci�n de los recursos y recomienda que el estado desempe�e un papel facilitador que ayude a las empresas en el proceso de modernizaci�n industrial abordando las externalidades y los problemas de coordinaci�n. Las diferencias entre los dos marcos nacen de las diferentes �pticas respecto del origen de las rigideces estructurales: la antigua econom�a estructuralista supone que el mal funcionamiento del mercado que dificulta el desarrollo de industrias avanzadas con alto coeficiente de capital en los pa�ses en v�as de desarrollo est� determinado de manera ex�gena por se�ales de precios incorrectas, las que a su vez son distorsionadas por la existencia de monopolios, o por respuestas perversas de la mano de obra a las se�ales de precios y/o por la inmovilidad de los factores. Por el contrario, la nueva econom�a estructural postula que los pa�ses en desarrollo no han sido capaces de crear industrias avanzadas con alto coeficiente de capital por problemas end�genos de su dotaci�n de recursos. La escasez relativa de capital y/o el bajo nivel de infraestructura f�sica y no f�sica en los pa�ses en desarrollo hace que las reasignaciones de las industrias existentes a las industrias avanzadas intensivas en el uso de capital no sean rentables para las empresas de la econom�a. Adem�s, la antigua econom�a estructuralista asume una visi�n dual y restrictiva del mundo, con una clasificaci�n binaria de s�lo dos categor�as de pa�ses: "pa�ses perif�ricos de bajo ingreso" versus "pa�ses centrales de alto ingreso". Como consecuencia, considera las diferencias en la estructura industrial entre pa�ses desarrollados y en v�as de desarrollo como la expresi�n de una dicotom�a. En forma contraria a esa visi�n, la nueva econom�a estructural considera estas diferencias como el reflejo de un espectro completo que incluye varias etapas y niveles de desarrollo diferentes. La nueva econom�a estructural impugna la dicotom�a entre pa�ses desarrollados y en desarrollo que llev� a los antiguos pensadores estructuralistas a no considerar el hecho de que el desarrollo econ�mico es un proceso continuo que brinda a cada pa�s que siga su ventaja comparativa la oportunidad de mejorar y ajustar su estructura econ�mica �ptima en cada etapa de desarrollo. Ese proceso hace que los pa�ses sean competitivos y capaces de obtener beneficios de las ventajas del retraso en materia de tecnolog�a e innovaciones industriales, y a modernizar su dotaci�n de recursos y su estructura industrial en la forma m�s r�pida posible. Aunque los antiguos estructuralistas con demasiada frecuencia consideraron que los pa�ses en desarrollo eran v�ctimas dependientes de los recursos y de las fuerzas econ�micas y pol�ticas externas dominantes que establecen una disminuci�n a largo plazo en el precio de los productos b�sicos, la nueva econom�a estructural rechaza las teor�as de la dependencia. En un mundo cada vez m�s globalizado, vislumbra oportunidades para que los pa�ses en desarrollo superen las tendencias 21 hist�ricas negativas mediante la diversificaci�n de su econom�a y el desarrollo de industrias compatibles con su ventaja comparativa y as� aceleren el crecimiento y logren la convergencia. Otra diferencia importante entre la antigua y la nueva econom�a estructural es el argumento para la utilizaci�n de instrumentos clave en la administraci�n econ�mica. La antigua econom�a estructuralista considera la intervenci�n sistem�tica del gobierno en las actividades econ�micas como el ingrediente esencial en el objetivo de modernizaci�n. Los instrumentos clave utilizados para avanzar de pa�ses "en desarrollo" a pa�ses "industrializados" son, entre otros, el proteccionismo generalizado (como aranceles fiscales que se aplican a las importaciones para proteger las industrias incipientes), pol�ticas de tipo de cambio r�gido y la creaci�n de empresas estatales en la mayor�a de los sectores28. Por el contrario, el nuevo enfoque estructural reconoce que la sustituci�n de las importaciones es un fen�meno natural para un pa�s en v�as de desarrollo que asciende en la escala industrial en su proceso de desarrollo, siempre que sea coherente con el cambio en la ventaja comparativa que resulta de la modificaci�n en la estructura de su dotaci�n de recursos. No obstante, rechaza las estrategias convencionales de sustituci�n que se valen del uso de la pol�tica fiscal u otras distorsiones en las econom�as de bajo ingreso y con abundante mano de obra o recursos para desarrollar industrias avanzadas de alto costo y con un alto coeficiente de capital que no se condicen con la ventaja comparativa del pa�s. Tambi�n subraya la idea de que el proceso de modernizaci�n industrial en un pa�s en desarrollo debe ser compatible con el cambio en la ventaja comparativa del pa�s que refleja la acumulaci�n de capital f�sico y humano y el cambio en la estructura de su dotaci�n de factores; esto garantiza la viabilidad de las empresas en nuevas industrias. La nueva econom�a estructural concluye que el rol del estado en la diversificaci�n y modernizaci�n industrial debe limitarse a la entrega de informaci�n sobre las nuevas industrias, la coordinaci�n de inversiones relacionadas en diferentes empresas en la misma industria, la compensaci�n de externalidades de informaci�n para empresas pioneras y la creaci�n de nuevas industrias a trav�s de la incubaci�n y el fomento de la inversi�n extranjera directa (Lin, 2009a; Lin y Chang, 2009). El estado tambi�n necesita asumir efectivamente su funci�n directiva en la mejora de la infraestructura f�sica y no f�sica a fin de reducir los costos de transacci�n en las empresas y facilitar el proceso de desarrollo industrial de la econom�a. B. La nueva econom�a estructural: algunas perspectivas en materia de pol�ticas p�blicas El objetivo final del pensamiento sobre el desarrollo es proporcionar una asesor�a sobre pol�ticas p�blicas que facilite la b�squeda de una econom�a sostenible e integrada y el progreso social en los pa�ses pobres. La nueva econom�a estructural aplica el enfoque neocl�sico al estudio de asuntos relacionados con la naturaleza y los factores determinantes de las estructuras econ�micas y sus patrones de cambio en el proceso de desarrollo econ�mico. Adem�s de volver a examinar la funci�n del estado en propiciar la modernizaci�n industrial en el proceso de desarrollo econ�mico analizado en la secci�n anterior, ese marco sit�a las estructuras en el centro del an�lisis del desarrollo. Puede conducir a muchos nuevos conocimientos sobre las pol�ticas p�blicas que difieren de lo entregado por la antigua econom�a estructuralista y las teor�as neocl�sicas convencionales. Si bien las medidas espec�ficas de pol�tica general que han de derivarse del enfoque de la nueva econom�a estructural necesitar�n investigaci�n adicional y depender�n en 28 Semejantes intervenciones obedecen a la necesidad de proteger a las empresas no viables en industrias prioritarias identificadas en la pol�tica industrial del gobierno contraviniendo la ventaja comparativa (Lin y L�nea, 2009). 22 gran medida del marco y las circunstancias del pa�s, es posible adelantar algunas pocas ideas preliminares sobre diversos temas: Pol�tica Fiscal Hasta el muy elevado nivel de desempleo en Gran Breta�a durante los a�os veinte y la Gran Depresi�n, los economistas sosten�an en general que la orientaci�n adecuada de la pol�tica fiscal era aquella que permit�a a los gobiernos mantener presupuestos equilibrados. La gravedad de las crisis de comienzos de los a�os veinte dio pie a la idea keynesiana de la contraciclicidad, que suger�a que el gobierno deber�a utilizar las pol�ticas tributarias y de gasto para contrarrestar los ciclos econ�micos de la econom�a. Por el contrario, los defensores de la teor�a de las expectativas racionales (economistas neocl�sicos) dudan acerca del supuesto impl�cito tras el modelo keynesiano de un multiplicador mayor que uno29 y su consecuencia de que los gobiernos son capaces de hacer algo que el sector privado no ha sido capaz de realizar: movilizar recursos ociosos en la econom�a (mano de obra y capital no empleado) a un costo social pr�cticamente nulo, es decir, sin una disminuci�n correspondiente en otros componentes del PIB (consumo, inversi�n y exportaciones netas). En su lugar, advierten contra la posibilidad de la denominada trampa de la equivalencia ricardiana y apuntan al hecho de que los hogares tienden a ajustar su comportamiento en materia de consumo o ahorro sobre la base de sus expectativas sobre el futuro. Sugieren que la pol�tica fiscal expansionista (paquetes de est�mulo) se percibe como un gasto o reducci�n de impuesto inmediatos que necesitar� ser reintegrados en el futuro. Concluyen que el multiplicador podr�a ser menor que 1 en situaciones en que existe un PIB determinado y un incremento en el gasto del gobierno no origina un aumento de la misma magnitud en otros componentes del PIB. La teor�a de las expectativas racionales incluso sugiere la posibilidad de algunas extra�as instancias en las que los multiplicadores son negativos, se�alando situaciones donde las contracciones fiscales se vuelven expansionistas (Francesco y Pagano, 1991). Desde el punto vista de la nueva econom�a estructural, la pol�tica contrac�clica es la estrategia fiscal adecuada para un pa�s en desarrollo. Debido a que sus gobiernos necesitan desempe�ar un papel cr�tico en el proceso de modernizaci�n industrial proveyendo infraestructura esencial, las recesiones com�nmente constituyen momentos oportunos para realizar inversiones en infraestructura. Esto se debe a tres razones principales: primero, dichas inversiones fomentan la demanda a corto plazo y promueven el crecimiento a largo plazo; segundo, su costo es menor que en tiempos normales y tercero, se puede evitar la trampa de la equivalencia ricardiana debido a que el incremento futuro en las tasas de crecimiento y los ingresos fiscales puede compensar el costo de estas inversiones (Lin, 2009b). Adem�s, si el gobierno de un pa�s en desarrollo sigue el enfoque de la nueva econom�a estructural para facilitar el desarrollo de industrias que se ajusten a la ventaja comparativa de la naci�n, su econom�a ser� competitiva y la situaci�n fiscal y las cuentas externas probablemente ser�n s�lidas gracias a la probabilidad de un crecimiento robusto, un buen desempe�o comercial y la falta de empresas no viables que el gobierno deba subsidiar. En este escenario, el pa�s enfrentar� menos crisis econ�micas originadas internamente. Si la econom�a sufre el efecto de una perturbaci�n externa, como la reciente crisis mundial, el gobierno se encontrar� en una buena posici�n para poner en pr�ctica un est�mulo fiscal contrac�clico e invertir en infraestructura y proyectos sociales. Dichas inversiones p�blicas pueden fortalecer el potencial de crecimiento de la 29 Barro (2009) denomina la pol�tica fiscal activa del tipo keynesiano como "la extrema visi�n de la demanda" o "la nueva econom�a vud�". 23 econom�a, reducir los costos de transacci�n en el sector privado, aumentar la tasa de rentabilidad de la inversi�n privada y generar suficientes ingresos tributarios en el futuro para liquidar los costos iniciales. Pol�tica p�blica de administraci�n de los ingresos fiscales en pa�ses ricos en recursos De acuerdo con la antigua econom�a estructuralista, ciertos sectores estrat�gicos que generan considerables ingresos fiscales (como las industrias extractivas) deben estar bajo el control del gobierno. Diversos otros sectores considerados de inter�s nacional tambi�n deben estar sujetos a la ayuda y protecci�n del estado. Estas opciones de pol�tica generalmente se aplican mediante la creaci�n de empresas estatales, con la justificaci�n de que son monopolios naturales. Los ingresos fiscales que se recaudan a trav�s de la propiedad estatal directa o de los impuestos se utilizan para financiar programas de inversi�n o aumentar el gasto social, entre otros la atenci�n de salud y los alimentos y educaci�n subsidiados. El gobierno controla pr�cticamente la totalidad del comercio internacional y con frecuencia no existen entradas de capital privado o bien se controlan de manera rigurosa. Los economistas neocl�sicos suelen recomendar que los pa�ses con abundancia de recursos naturales adopten pol�ticas macroecon�micas que tengan por objetivo evitar problemas en los saldos internos y externos. Para lograrlo, usualmente se asegura el financiamiento externo, adoptan medidas que restringen la demanda y aplican reformas estructurales. A este respecto, uno de los principales objetivos de la pol�tica fiscal es ahorrar una parte considerable de los ingresos fiscales (que con frecuencia se deposita en una cuenta separada del banco central o en un fondo fiduciario para generaciones futuras) y utilizar s�lo una fracci�n reducida del ingreso proveniente de los recursos naturales para el consumo corriente. En el corto y mediano plazo, esta medida permite uniformar el gasto del sector p�blico frente a las fluctuaciones de los precios de los productos b�sicos. En el largo plazo, aumenta los ahorros totales del gobierno y asegura que una parte suficiente de la riqueza de los recursos naturales se acumule para las generaciones futuras. La actual literatura neocl�sica tambi�n destaca la importancia de la s�lida administraci�n de las reservas externas en pa�ses con abundancia de recursos, porque asegura la capacidad general de un pa�s para adaptarse a las perturbaciones. La gesti�n de las reservas en moneda extranjera debe respaldar una amplia variedad de objetivos, entre otros: mantener la confianza en las pol�tica monetaria y cambiaria; mitigar los riesgos de vulnerabilidades externas manteniendo la liquidez cambiaria para absorber las perturbaciones durante tiempos de crisis; dar confianza a los mercados de que el pa�s puede cumplir sus obligaciones externas; garantizar el respaldo de la moneda local por activos externos; y proporcionar reservas en caso de desastres nacionales o emergencias (FMI, 2001). Debido a que las pol�ticas y pr�cticas de s�lida gesti�n de las reservas pueden apoyar, pero no sustituir, una adecuada administraci�n macroecon�mica, los economistas neocl�sicos recomiendan que las pol�ticas de gesti�n de la cartera, en lo que se refiere a la composici�n de divisas, selecci�n de instrumentos de inversi�n y duraci�n aceptable de la cartera de reservas, sean coherentes con las circunstancias y contexto normativo espec�fico del pa�s y permitan que los activos est�n salvaguardados, disponibles con facilidad y respalden la confianza del mercado. Tambi�n destacan la necesidad de tener un marco de trasparencia que asegure la responsabilidad y claridad de los resultados y las actividades en la gesti�n de las reservas, adem�s de s�lidas estructuras institucionales y de gobernabilidad y una prudente administraci�n de los riesgos Sin embargo, semejante pol�tica de gesti�n de los ingresos provenientes de los recursos naturales puede no ser suficiente para facilitar la diversificaci�n y modernizaci�n de las industrias en un 24 pa�s con abundancia de recursos naturales, acelerar la tasa de crecimiento y mejorar su capacidad de integraci�n y sostenibilidad (Hausmann y Klinger, 2006). La nueva econom�a estructural recomendar�a que una fracci�n adecuada de los ingresos provenientes de los productos b�sicos sea utilizada para invertir en capital humano, social e infraestructura a fin de facilitar la diversificaci�n y modernizaci�n de las industrias. Para que esto se cumpla con la mayor eficiencia posible, estos recursos deben financiar oportunidades de inversi�n que eliminen aquellas limitantes que impiden el crecimiento, especialmente en los sectores de infraestructura y educaci�n. El an�lisis microecon�mico demuestra que incluso con costos m�nimos de f�brica comparables, las ineficiencias en infraestructura pueden impedir que los pa�ses pobres compitan en los mercados internacionales. En los pa�ses africanos, los costos de fletes y seguros son un 250% del promedio mundial30 y los fletes terrestres demoran 2 a 3 veces m�s que en Asia. Ante la falta de recursos financieros y el marco normativo adecuado, muchos de estos pa�ses no pueden sostener los gastos de mantenimiento y la inversi�n tan necesarios31. En tales circunstancias, la estrategia fiscal eficaz no ser�a mantener los ingresos de los recursos naturales en fondos soberanos e invertidos en proyectos o mercados accionarios extranjeros, sino m�s bien utilizar una parte significativa de ellos para financiar proyectos locales o regionales que faciliten el desarrollo econ�mico y el cambio estructural; es decir, en proyectos que estimulen el desarrollo de nuevas industrias manufactureras, diversifiquen la econom�a, proporcionen empleo y ofrezcan la posibilidad de una permanente modernizaci�n32. Pol�tica monetaria La antigua econom�a estructuralista suger�a que la pol�tica monetaria deber�a estar bajo el control del gobierno (no bancos centrales independientes) y orientada a influenciar las tasas de inter�s e incluso la asignaci�n sectorial del cr�dito. Sin embargo, tambi�n reconoc�a que muchos otros factores que influyen en el programa de demanda de inversi�n en los pa�ses en desarrollo son demasiado poderosos para que la pol�tica monetaria por s� sola logre niveles suficientes de inversi�n, canalice los recursos hacia los sectores estrat�gicos y combata el desempleo. 30 Como porcentaje del costo. Fuente: Base de datos estad�stica de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo. 31 Una reciente investigaci�n indica que la rentabilidad econ�mica de los proyectos de inversi�n en los pa�ses en desarrollo es en promedio de 30% a 40% para telecomunicaciones, m�s del 40% para generaci�n el�ctrica y m�s del 200% para carreteras. En Tailandia, la p�rdida de producci�n debido a cortes de suministro el�ctrico representaba m�s del 50% de los costos indirectos totales de hacer negocios en 2006. Las empresas frecuentemente recurren a sus propios generadores para complementar el poco confiable suministro p�blico de electricidad. En Pakist�n, m�s del 60% de las empresas encuestadas en 2002 pose�a un generador. El costo de mantener un generador de energ�a suele ser elevado y dif�cil de sobrellevar, especialmente para empresas peque�as y medianas, que en general son una fuente importante de empleo. Sin embargo, aunque estos costos pueden asumirse en forma privada, sus beneficios llegan a toda la econom�a. 32 La explotaci�n de los recursos naturales puede generar grandes ingresos, pero generalmente es muy intensiva en el uso de capital y proporciona pocas oportunidades de empleo. En una reciente visita a Papua Nueva Guinea, observ� que la mina de oro y cobre Ok Tedi en Tabubil, Papua Nueva Guinea, genera alrededor del 80% de las exportaciones del pa�s y el 40% de los ingresos del gobierno, pero s�lo 2.000 empleos. Un proyectado proyecto de gas natural l�quido duplicar� el ingreso nacional de Papua Nueva Guinea una vez que est� terminado en 2012, pero s�lo proporcionar� 8.000 empleos. La mayor parte de la poblaci�n de 6,5 millones de Papua Nueva Guinea a�n vive de la agricultura de subsistencia. El contraste entre el nivel de vida de algunos trabajadores de �lite en la miner�a moderna y de aquellos que laboran en la agricultura de subsistencia se est� convirtiendo en una fuente de tensiones sociales. Se puede formular una observaci�n similar acerca de Botswana: la no diversificaci�n de la econom�a de la miner�a de diamantes y la falta de generaci�n de oportunidades de empleo pueden explicar la expansi�n de las disparidades y el deterioro de varios indicadores humanos y sociales, a pesar del gran �xito de la miner�a de diamantes en apoyar el milagro del crecimiento de Botswana en los pasados 40 a�os. 25 Aprovechando las ense�anzas de la revoluci�n de las expectativas racionales, los economistas neocl�sicos pon�an en duda la idea que la pol�tica monetaria pudiera utilizarse para apoyar el desarrollo industrial. Recomendaba que su principal objetivo fuera la estabilidad de precios y abogaba por el uso de tasas de inter�s de corto plazo por parte de bancos centrales independientes para mantener el nivel general de los precios (o para controlar el crecimiento de la oferta de dinero) y no para estimular la actividad econ�mica y desencadenar inflaci�n. Al comentar sobre la significativa disminuci�n de la volatilidad macroecon�mica en el mundo en las �ltimas d�cadas �al menos antes de la crisis mundial de 2007� (la denominada "Gran moderaci�n"), que denomin� "una de las caracter�sticas m�s sorprendentes del panorama econ�mico durante los �ltimos veinte a�os", Bernanke (2004) escribi�: "Pocos discrepan de que la pol�tica monetaria ha desempe�ado un importante papel en la estabilizaci�n de la inflaci�n y, as�, el hecho de que la volatilidad del producto haya disminuido en forma paralela con la volatilidad de la inflaci�n, tanto en Estados Unidos como en el exterior, indica que la pol�tica monetaria puede haber ayudado a su vez a moderar la variabilidad del producto". La nueva econom�a estructural percibe la posibilidad de usar la pol�tica de tasas de inter�s en los pa�ses en v�as de desarrollo como una herramienta contrac�clica y como un instrumento para fomentar las inversiones en infraestructura, como asimismo en la modernizaci�n industrial durante las recesiones; estas medidas pueden contribuir al crecimiento de la productividad en el futuro. La pol�tica monetaria muchas veces no es eficaz para estimular la inversi�n y el consumo en situaciones de recesi�n y de exceso de capacidad en los pa�ses desarrollados, en particular cuando las tasas nominales de inter�s son cercanas a cero en un marco de pocas oportunidades de inversi�n rentables, expectativas pesimistas, poca confianza respecto del futuro y la probabilidad de trampas de liquidez33. Cabe observar, sin embargo, que los pa�ses en desarrollo tienen una menor probabilidad de tropezarse con semejantes trampas de liquidez. Incluso cuando enfrentan un exceso de capacidad en las industrias nacionales existentes, tienen un margen de modernizaci�n industrial muy grande. Sus empresas tendr�n incentivos para emprender inversiones de modernizaci�n industrial que incrementan la productividad durante las recesiones si las tasas de inter�s son lo suficientemente bajas. Adem�s, suelen tener muchas limitantes en la infraestructura. La reducci�n de las tasas de inter�s en tales contextos servir�a adem�s para estimular las inversiones en infraestructura. Desarrollo financiero Existe un amplio consenso de que el desarrollo del sistema financiero es esencial para sostener el crecimiento econ�mico, pero hay menos concordancia de opiniones en cuanto al papel espec�fico que desempe�a este sistema en ese proceso. Al observar que uno de los principales impedimentos que enfrentaban los pa�ses en desarrollo era la limitada acumulaci�n de capital (Rosenstein- Rodan, 1943; Hirschman, 1958), la antigua econom�a estructuralista consider� que los problemas del sector financiero en las econom�as subdesarrolladas eran una consecuencia del mal funcionamiento generalizado de los mercados que no pod�an ser superados por las fuerzas del 33 El mecanismo probable de una trampa de liquidez en un pa�s desarrollado que enfrenta una situaci�n de exceso de capacidad es la siguiente: muchas empresas tendr�n un desempe�o deficiente y algunas pueden ir a la quiebra o reducir el empleo. Esto agravar� el subempleo en el mercado del trabajo, reducir� las escalas de salarios y la seguridad del empleo. En la medida en que esta �ltima sea deficiente, el consumo probablemente ser� bajo, incluso si se reducen las tasas de inter�s. De hecho, es posible que la ca�da en las tasas de inter�s no estimule la inversi�n por dos razones: la falta de oportunidades rentables de inversi�n en las industrias existentes con exceso de capacidad y la incertidumbre respecto de la modernizaci�n de la frontera tecnol�gica global existente para nuevas industrias. 26 mercado por s� solas34. Suger�a que los gobiernos adoptaran un enfoque pr�ctico en ese proceso, movilizaran ahorros y asignaran cr�ditos para favorecer el desarrollo de industrias avanzadas intensivas en el uso de capital. Al analizar las repercusiones de tales pol�ticas en el mundo en v�as de desarrollo, especialmente en los a�os sesenta y setenta, los economistas repararon en que la inflaci�n de precios en conjunto con numerosas intervenciones del gobierno en el mecanismo crediticio para fijar las tasas de inter�s y dirigir la corriente del cr�dito (en que los pol�ticos manejaban esta corriente para atender sus propios fines) hab�an reducido la base de dep�sitos para los pr�stamos bancarios internos. Esto desemboc� muy a menudo en una represi�n financiera (McKinnon, 1973; Shaw, 1973). En algunos pa�ses, especialmente en �frica al sur del Sahara, la fe en las restricciones presupuestarias poco restrictivas permiti� que los gobiernos acumularan d�ficit en instituciones financieras de propiedad del estado y crearan una cultura generalizada de negocios de autorepresi�n, no s�lo para los bancos sino tambi�n para las empresas privadas (Monga, 1997). Bas�ndose en dichos an�lisis, los economistas neocl�sicos recomendaron la liberalizaci�n financiera. Afirmaban que los bur�cratas generalmente no tienen los incentivos o el conocimiento especializado para intervenir con eficacia en la asignaci�n del cr�dito y la fijaci�n de precios y que un sistema de derechos de propiedad bien establecido, instituciones contractuales de calidad y competencia adecuadas crear�an las condiciones para el surgimiento de un sistema financiero sano. Recomendaron que el gobierno se retirara de la propiedad de los bancos y levantara las restricciones sobre la asignaci�n del cr�dito y la determinaci�n de las tasas de inter�s (Caprio y Honohan, 2001). Aunque concordaba con la necesidad de abordar los efectos nocivos de la represi�n financiera, la nueva econom�a estructural hac�a hincapi� en que dichas distorsiones frecuentemente est�n orientadas a proteger a empresas no viables en sectores prioritarios en los pa�ses en desarrollo. Luego, destacaba la importancia de una adecuada ordenaci�n cronol�gica en la aplicaci�n de las pol�ticas de liberalizaci�n de las finanzas nacionales y el comercio exterior, de modo de lograr simult�neamente estabilidad y crecimiento din�mico durante la transici�n. La nueva econom�a estructural tambi�n plantea que la estructura financiera �ptima en una determinada etapa del desarrollo puede estar definida por la estructura industrial dominante, el tama�o promedio de las empresas y el t�pico tipo de riesgo que enfrentan, factores que en su totalidad son a la vez end�genos a la dotaci�n de factores de la econom�a en esa etapa. Al observar que las pol�ticas nacionales frecuentemente favorecen los grandes bancos y el mercado burs�til sin importar la estructura de la econom�a, suger�a que los pa�ses de bajos ingresos optaran por bancos nacionales peque�os como piedra angular de sus sistemas financieros, en lugar de intentar replicar la estructura financiera de pa�ses industrializados avanzados. Esto permitir�a que empresas peque�as del sector agr�cola, industrial y de servicios obtuvieran servicios financieros adecuados. Tan pronto avance la modernizaci�n industrial y la econom�a descanse cada vez m�s en industrias con mayor coeficiente de capital, la estructura financiera cambiar� para otorgar mayor importancia a los grandes bancos y mercados burs�tiles sofisticados (Lin, Sun y Jiang, 2009). 34 Gerscherkron (1962) plante� un argumento similar, en el que sosten�a que el sector privado por s� solo no puede abordar efectivamente los problemas de acceso a financiamiento en entornos institucionales d�biles. 27 Capital extranjero Los antiguos economistas estructuralistas pensaban que el mundo estaba caracterizado por relaciones centrales-perif�ricas y as� consideraban que el capital extranjero era principalmente una herramienta en poder de los pa�ses industrializados y sus empresas multinacionales para mantener un control perjudicial sobre los pa�ses en desarrollo. Rechazaban la idea de que una corriente de capital libre entre los pa�ses podr�a dar lugar a una asignaci�n eficiente de recursos. Consideraban los flujos de inversi�n extranjera directa hacia los pa�ses pobres como un instrumento para asegurar la propiedad y dominio extranjeros. Abogaban por rigurosas restricciones sobre pr�cticamente todas las formas de flujos financieros internacionales. La teor�a econ�mica neocl�sica sostiene que la movilidad internacional del capital sirve para diversos prop�sitos: permite que pa�ses con pocos ahorros capten financiamiento para proyectos nacionales de inversi�n productiva; permite que los inversionistas diversifiquen sus carteras; diversifica m�s ampliamente el riesgo de las inversiones; y promueve el comercio intertemporal: el comercio de bienes hoy por bienes en el futuro (Eichengreen y otros, 1999). Por lo tanto, la teor�a generalmente favorece los mercados de capital abiertos o liberalizados con la expectativa de lograr una asignaci�n m�s eficiente de los ahorros, tener mayores posibilidades de diversificar los riesgos de las inversiones, crecer m�s velozmente y morigerar los ciclos econ�micos. No obstante, cabe observar que algunos economistas neocl�sicos tambi�n aducen que los mercados financieros liberalizados en los pa�ses en v�as de desarrollo pueden ser distorsionados debido a la informaci�n incompleta, movimientos cuantiosos y vol�tiles dentro y fuera del sistema y muchos otros problemas que generan consecuencias sub- �ptimas que perjudican el bienestar general. El enfoque de la nueva econom�a estructural considera la inversi�n extranjera directa como una fuente m�s favorable de capital extranjero para los pa�ses en desarrollo que otras corrientes de capital debido a que com�nmente est� orientada hacia industrias compatibles con la ventaja comparativa del respectivo pa�s. Es menos propensa a cambios repentinos en la tendencia durante situaciones de p�nico que los pr�stamos bancarios, el financiamiento mediante endeudamiento y la inversi�n de cartera y no genera los mismos graves problemas de crisis financieras que provocan los severos cambios de tendencia de las corrientes de deuda y de cartera. Adem�s, la inversi�n directa generalmente aporta tecnolog�a, administraci�n, acceso a mercados y redes sociales que frecuentemente son escasas en los pa�ses en desarrollo y que no obstante son decisivas para la modernizaci�n industrial. De esto modo, la liberalizaci�n interna de la inversi�n directa deber�a ser en general un componente atractivo de una estrategia de desarrollo m�s amplia. Por el contrario, la inversi�n de cartera que puede entrar y salir r�pidamente y en grandes cantidades suele estar orientada a actividades especulativas (principalmente en mercados burs�tiles o el sector inmobiliario) y crear burbujas y fluctuaciones. No deber�a favorecerse35. El enfoque de la nueva econom�a estructural tambi�n puede aclarar el enigma planteado por Lucas (1990) sobre el flujo de capital desde pa�ses en desarrollo con escasez de capital hacia pa�ses desarrollados con abundancia de capital. Sin una mejora en la infraestructura y la evoluci�n a nuevas industrias con ventajas comparativas, la acumulaci�n de capital en un pa�s en v�as de desarrollo puede enfrentarse con rentabilidades en disminuci�n, generando as� un menor 35 Es muy probable que una repentina fuerte entrada de capital de cartera sea invertida en sectores especulativos y no en sectores productivos. Hay dos razones: 1) un gran aumento de la inversi�n en las industrias actuales puede tropezarse con retornos de capital en disminuci�n y 2) el potencial para una modernizaci�n industrial r�pida y de gran magnitud se ve refrenada por las restricciones de infraestructura. 28 rendimiento del capital en los pa�ses en desarrollo y justificando las posteriores salidas de capital a los pa�ses desarrollados. Pol�tica comercial Han existido diversos enfoques estructuralistas antiguos frente al comercio externo. Sin embargo, una caracter�stica constante es la convicci�n de que la integraci�n en la econom�a mundial est� destinada a mantener la actual estructura de poder en el mundo, en que los pa�ses occidentales y sus empresas multinacionales dominan a los pa�ses m�s pobres y explotan sus econom�as. Con el objetivo de superar la trampa de la dependencia, los antiguos pensadores estructuralistas suger�an que se priorizaran las estrategias de sustituci�n de las importaciones, en que las econom�as en desarrollo estuvieran cerradas y protegidas hasta que pudiesen competir con los pa�ses industrializados avanzados en los mercados mundiales. Los economistas adoptaron una visi�n completamente diferente en los a�os ochenta. Al observar que las crisis macroecon�micas en los pa�ses en desarrollo casi siempre tienen una dimensi�n externa, estimaron que su causa inmediata era la ausencia de divisas para el servicio de las deudas y la adquisici�n de importaciones. Recomendaron la liberalizaci�n del comercio y la promoci�n de las exportaciones como una soluci�n para generar divisas. Esto tambi�n era coherente con el planteamiento de que las estrategias de desarrollo orientadas al exterior son m�s eficaces en el largo plazo que las pol�ticas aislacionistas. Esta idea era respaldada por el argumento de que semejante estrategia incrementar�a la demanda por mano de obra no calificada y, por ende, por salarios no calificados, como hab�a sucedido en los exitosos pa�ses de Asia oriental (Kanbur, 2009). El an�lisis de la nueva econom�a estructural es coherente con el planteamiento de la econom�a neocl�sica de que las exportaciones e importaciones son end�genas para la ventaja comparativa determinada por la estructura de dotaci�n de recursos de un pa�s (son caracter�sticas esenciales del proceso de modernizaci�n industrial y reflejan cambios en la ventaja comparativa). La globalizaci�n ofrece una alternativa a los pa�ses en desarrollo para que aprovechen las ventajas del retraso y alcancen una tasa de innovaci�n m�s acelerada que la que pueden lograr los pa�ses que ya se encuentran en la frontera de la tecnolog�a global. Es un canal esencial para la convergencia. No obstante, el enfoque de la nueva econom�a estructural reconoce que muchos pa�ses en desarrollo comienzan a ascender en la escala industrial con el legado de distorsiones dejado por las antiguas estrategias de sustituci�n de las importaciones del tipo estructuralista. Por lo tanto, suger�a un enfoque liberaci�n comercial gradual. Durante la transici�n, el estado podr�a contemplar el otorgamiento de alguna protecci�n temporal a las industrias no compatibles con la ventaja comparativa de un pa�s, y al mismo tiempo liberalizar la entrada a otros sectores m�s competitivos que en el pasado estaban controlados y reprimidos. Desarrollo Humano La antigua econom�a estructuralist generalmente no se pronunciaba mayormente sobre el rol que desempe�a el desarrollo humano en el crecimiento econ�mico. Por el contrario, la econom�a neocl�sica ha demostrado que el crecimiento sostenido en los ingresos per c�pita de muchos pa�ses durante los siglos XIX y XX obedeci� en gran parte a la expansi�n del conocimiento cient�fico y tecnol�gico que increment� la productividad del trabajo y otros insumos en la producci�n. La teor�a econ�mica ha demostrado que el crecimiento es una consecuencia de las sinergias entre el nuevo conocimiento y el capital humano, que es la raz�n por la cual los principales avances en el conocimiento tecnol�gico han estado acompa�ados por grandes incrementos en educaci�n y capacitaci�n en todos los pa�ses que lograron un crecimiento 29 econ�mico significativo. La educaci�n, la capacitaci�n y la salud, que son las inversiones m�s importantes en capital humano, son consideradas las fuerzas motrices m�s importantes del desarrollo econ�mico (Becker, 1975; Jones y Romer, 2009). La nueva econom�a estructural considera el capital humano como uno de los componentes de la dotaci�n de recursos de un pa�s. Para los agentes econ�micos, durante el proceso de modernizaci�n industrial e innovaci�n tecnol�gica que acompa�a el desarrollo econ�mico surgen riesgos e incertidumbre. Cuando varias empresas ascienden en la escala industrial para incursionar en nuevas actividades con gran intensidad de capital y se acercan a la frontera industrial global, enfrentan mayores niveles de riesgo. El capital humano aumenta la capacidad de los trabajadores para enfrentar esos riesgos y la incertidumbre (Schultz, 1961), pero su formaci�n requiere mucho tiempo. Una persona que pierde la oportunidad de recibir educaci�n en la juventud puede no ser capaz de compensar dicha p�rdida a una edad m�s avanzada. En una econom�a que crece con dinamismo, es importante planificar por anticipado y realizar la inversi�n en capital humano antes de que la econom�a necesite el conjunto de destrezas asociadas con las nuevas industrias y tecnolog�as. Sin embargo, las mejoras en el capital humano deben estar en armon�a con el nivel de acumulaci�n de capital f�sico y la modernizaci�n de la industria en la econom�a. En caso contrario, el capital humano se convertir� en una limitante para el desarrollo econ�mico si hay un d�ficit de oferta debido a la insuficiente inversi�n o bien el pa�s tendr� muchos trabajadores altamente educados frustrados que no pueden encontrar trabajos adecuados si la inversi�n en capacitaci�n, conocimiento y aprendizaje no es compatible con la velocidad de la modernizaci�n industrial de la econom�a. Una pol�tica de desarrollo del capital humano bien dise�ada debe ser una parte integral de la estrategia de desarrollo general de cualquier pa�s. La nueva econom�a estructural va m�s all� de la recomendaci�n gen�rica neocl�sica para la educaci�n y propone que las estrategias de desarrollo incluyan medidas para invertir en capital humano que faciliten la modernizaci�n de las industrias y preparen la econom�a para utilizar plenamente sus recursos. 5. REPERCUSIONES PARA LAS INVESTIGACIONES DEL BANCO MUNDIAL El planteamiento de la nueva econom�a estructural destaca la importancia de las dotaciones de recurso y las diferencias en las estructuras industriales en las diversas etapas del desarrollo. Asimismo, subraya los efectos de las distorsiones que surgieron de pasadas intervenciones desacertadas realizadas por las autoridades responsables de la pol�tica cuya fe en la antigua econom�a estructuralista los condujo a sobrestimar la capacidad de los gobiernos para corregir el mal funcionamiento del mercado. Tambi�n recalca que en las pol�ticas sugeridas en el marco del Consenso de Washington, muchas veces no se tomaron en cuenta las diferencias estructurales entre los pa�ses desarrollados y en v�as de desarrollo y en estos �ltimos se ignoraron las causas de varios tipos de distorsiones. El principal criterio para evaluar la investigaci�n aplicada en la econom�a del desarrollo es su pertinencia con las cuestiones de pol�tica m�s apremiantes. Muchos de los pa�ses que en los �ltimos 50 a�os han logrado alg�n grado de convergencia con los pa�ses industrializados con frecuencia no han seguido las recomendaciones ortodoxas propugnadas en los c�rculos normativos de mayor influencia. Los economistas especializados en el desarrollo deben aprender de las experiencias de esos pa�ses que no han seguido el criterio convencional, pero no obstante han tenido mejores resultados en la reducci�n de la pobreza que otros. Adem�s, la reciente crisis econ�mica mundial ha estimulado a la profesi�n econ�mica a volver a examinar la validez de parte de su actual conocimiento, incluido el pensamiento sobre el desarrollo. El enfoque de la 30 nueva econom�a estructural tambi�n pone de relieve la necesidad de actualizar la agenda de investigaci�n de los principales asuntos e interrogantes acerca de los paradigmas del desarrollo. En la d�cada pasada, el Banco Mundial inici� diversos proyectos de investigaci�n para extraer lecciones de las experiencias de algunas econom�as que consiguieron sus objetivos. Estos proyectos, que incluyen el Milagro de Asia oriental (Banco Mundial, 1993); el Crecimiento en los a�os noventa (Banco Mundial, 2005b) y el Informe de Crecimiento (Banco Mundial, 2008), han arrojado muchos hechos particularmente significativos que permiten determinar el �xito o el fracaso del desarrollo econ�mico. La nueva econom�a estructural propuesta es una continuaci�n de dicho esfuerzo y tiene como objetivo elaborar un marco general para comprender la causalidad tras los hechos particularmente significativos observados36. En t�rminos espec�ficos, la nueva econom�a estructural propone: (i) elaborar un marco anal�tico que considere la dotaci�n de factores y de infraestructura, las etapas del desarrollo y las correspondientes estructuras industriales, sociales y econ�micas de los pa�ses en desarrollo; (ii) analizar las funciones del estado y el mercado en cada etapa del desarrollo y los mecanismos de transici�n de una etapa a otra y (iii) centrar la atenci�n en las causas de las distorsiones econ�micas y las estrategias del gobierno para eliminar las distorsiones. El nuevo planteamiento propuesto no pretende sustituir alg�n otro marco normativo con fundamento ideol�gico por aquellos que han dominado el pensamiento del desarrollo en las d�cadas pasadas y que no obstante muestran poca conexi�n con las realidades emp�ricas de los distintos pa�ses. Es m�s bien un enfoque que se concentra en la estructura de la dotaci�n de recursos y la etapa de desarrollo de cada pa�s y recomienda una trayectoria hacia la investigaci�n basada en el respectivo pa�s que sea rigurosa, innovadora y pertinente para su pol�tica de desarrollo. Este marco subraya la necesidad de comprender mejor las repercusiones de las diferencias estructurales en las diversas etapas del desarrollo de un pa�s; especialmente en t�rminos de las instituciones y pol�ticas adecuadas y las restricciones e incentivos para el sector privado en el proceso de cambio estructural. Tambi�n plantea diversas interrogantes para los investigadores acad�micos y organismos de desarrollo nacionales e internacionales. �Cu�les son las instituciones y pol�ticas pertinentes para los pa�ses en las diferentes etapas de desarrollo? �C�mo pueden el mercado y el estado desempe�ar sus respectivas funciones para facilitar la asignaci�n eficiente de recursos y la transici�n fluida de un tipo de estructura industrial a otra? �Qu� sugerencia deben entregarse a los pa�ses en v�as de desarrollo que intentan desplazarse de un entorno caracterizado por distorsiones a un mundo �ptimo determinado por la etapa de desarrollo del pa�s? �C�mo aseguramos que esas transiciones funcionen acertadamente? Como uno de los equipos de estudio del desarrollo m�s importantes y productivos del mundo, el Departamento de Investigaciones del Banco Mundial es el m�s prol�fico en ideas sobre el desarrollo, datos comparativos de pa�ses, herramientas anal�ticas y asesor�as en materia de pol�ticas p�blicas que sean aplicables directamente a los problemas operacionales y de alta 36 El Informe de Crecimiento presenta lecciones de 13 casos de crecimiento elevado y sostenido en el per�odo posterior a la guerra. Observa los siguientes cinco hechos particularmente significativos acerca de todos ellos: (i) Aprovecharon a cabalidad la econom�a mundial; (ii) mantuvieron la estabilidad macroecon�mica; (iii) alcanzaron altas tasas de ahorro e inversi�n; (iv) permitieron que los mercados asignaran los recursos; y (v) contaban con gobiernos comprometidos, capaces y cre�bles. Desde la perspectiva de la nueva econom�a estructural, los primeros tres hechos son consecuencia de la adopci�n de una estrategia que es coherente con la ventaja comparativa. El cuarto es una condici�n necesaria que debe cumplir cualquier pa�s que siga su ventaja comparativa. El �ltimo es caracter�stico de un estado facilitador y adem�s una condici�n previa para una econom�a que adopte una estrategia que siga la ventaja comparativa en su proceso de desarrollo. En Lin (2009a) se presenta un an�lisis adicional. 31 demanda de parte de gobiernos, asociados en la tarea del desarrollo y la sociedad civil. Su investigaci�n ha elaborado un enfoque profundamente sectorial debido a que responde a interrogantes concretas y brechas espec�ficas en la comprensi�n del proceso de desarrollo. Esto tambi�n es consecuencia del hecho de que el Banco Mundial tiene en la actualidad una orientaci�n en gran medida sectorial y que su asesoramiento normativo y de pr�stamos es espec�fico para cada pa�s. Se est�n realizando esfuerzos para llevar a cabo investigaciones similares en pa�ses comparables para enriquecer la comprensi�n de los dem�s factores que pueden influir en los resultados y, de ese modo, en las recomendaciones de pol�ticas. Las brechas de conocimiento abordadas surgen en gran medida de las interacciones con operaciones, donantes y pa�ses solicitantes. La nueva econom�a estructural propuesta es complementaria a la actual investigaci�n orientada a sectores del Banco Mundial. El actual estado de la econom�a del desarrollo y las severas repercusiones de la crisis mundial sobre las econom�as de los pa�ses en v�as de desarrollo han generado una vigorosa demanda por un nuevo marco para el pensamiento del desarrollo. En su calidad de instituci�n de desarrollo multilateral m�s importante y principal banco de conocimiento del mundo, el Banco Mundial debe desempe�ar un papel de vanguardia en la comunidad global en la b�squeda de un nuevo pensamiento basado en el examen permanente de las experiencias de �xitos y fracasos de los pa�ses en desarrollo. Confiamos en que la agenda de investigaci�n de la nueva econom�a estructural enriquecer� las investigaciones del Banco Mundial y acrecentar� la comprensi�n de la naturaleza del desarrollo econ�mico. Esto nos permitir�a prestar ayuda a los pa�ses de bajos y medianos ingresos en sus intentos por alcanzar un crecimiento din�mico, sostenible e integrado, adem�s de erradicar la pobreza. ------------------------ 32 REFERENCIAS BIBLIOGR�FICAS Acemoglu, D., Johnson, S., y Robinson, J. A. (2001). `The Colonial Origins of Comparative Development: An Empirical Investigation'. American Economic Review, 91, p�gs. 1369�401. Acemoglu, D., Johnson, S., y Robinson, J. A. 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